La participación de corredores en maratones continúa aumentando alrededor del mundo. Estudios previos han observado cambios transitorios en marcadores de afectación del tejido cardiaco y renal después de carreras de maratón, pero los resultados no son concluyentes. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Hewing y col, 2015; Cardiovasc Ultrasound 21-mar) cuyo objetivo fue valorar posible afectación funcional en corazón y riñón de corredores aficionados que completaron una maratón. Un total de 167 participantes (89 mujeres y 78 hombres, de edad media 50,3 años) fueron evaluados antes, justo después de finalizar y 2 semanas después, con ecocardiografía y diferentes test sanguíneos. Los resultados mostraron que el 58% de los corredores mostraron aumentos significativos de biomarcadores cardiacos después de completar la maratón, aunque en conjunto los datos ecocardiográficos no mostraron disfunción cardiaca. Por otra parte, el 30% de los corredores mostraron un descenso del 25% de la filtración glomerular, y en un 8% de los participantes hasta un 50% de descenso funcional. Todos los parámetros cardiacos y renales evaluados retornaron a valores normales a las 2 semanas de la maratón.
Los datos de este estudio, junto con otros previos nos muestran que correr 42 k y 195 m no es saludable. Aunque las alteraciones sean transitorias y aparentemente no tengan consecuencias clínicas, el hecho es que diferentes marcadores muestren modificaciones en la estructura y en muchos casos en la función miocárdica y/o renal, sitúan a esta mítica prueba en un nivel de estrés importante para el organismo, aunque este esté adaptado a través del entrenamiento. No digo que no haya que correr maratones, solo afirmo que el día de la carrera no disfrutaremos de una jornada saludable en sentido estricto.