Ejercicio físico y enfermedades hepáticas

Zhang Y, Cao C, Li C, Witt RG, Huang H, Tsung A, Zhang H. Physical exercise in liver diseases. Hepatology. 2024 Jun 5. doi: 10.1097/HEP.0000000000000941.

Las enfermedades hepáticas representan una preocupación creciente para la salud pública, impactando significativamente a los individuos jóvenes y clasificándose como la duodécima causa principal de años de vida ajustados por discapacidad (DALYs) entre aquellos de 25 a 49 años. La forma más prevalente de estas enfermedades es la enfermedad hepática asociada a disfunción metabólica (MASLD), que afecta aproximadamente al 25% de la población adulta global. Las principales causas de mortalidad derivadas de las enfermedades hepáticas incluyen la cirrosis y el carcinoma hepatocelular.

Históricamente, el reposo en cama se consideraba fundamental en el tratamiento de diversas enfermedades hepáticas, como la hepatitis viral y la cirrosis. Este enfoque se basaba en la idea de que la reducción del ejercicio físico disminuye las demandas metabólicas del hígado y, con ello, el riesgo de complicaciones. Sin embargo, investigaciones recientes han mostrado las consecuencias negativas de la inactividad prolongada, como la atrofia muscular, la trombosis venosa profunda y un mayor riesgo de fibrosis. Esto ha llevado a una reevaluación crítica del reposo en cama como tratamiento.

El ejercicio físico se ha validado extensamente como una estrategia eficaz para prevenir y tratar el síndrome metabólico, incluida la MASLD. Además, estudios recientes han destacado su valor potencial en la gestión de otras enfermedades hepáticas, como la cirrosis y el carcinoma hepatocelular. El ejercicio regular no solo reduce la probabilidad de desarrollar MASLD, sino que también mejora significativamente la calidad de vida de las personas afectadas por enfermedades hepáticas crónicas y aquellos que han recibido un trasplante de hígado. También se ha demostrado que mejora los trastornos metabólicos sistémicos como la obesidad y la diabetes tipo 2, que pueden agravar las lesiones hepáticas.

El ejercicio físico es una medida efectiva para manejar complicaciones relacionadas con la cirrosis, como la encefalopatía hepática y la sarcopenia. Más allá de eso, también se ha vinculado con un riesgo reducido de cáncer de hígado. En este artículo, se resume el papel protector del ejercicio físico en las enfermedades hepáticas y se discuten las modalidades de ejercicio y cómo éstas pueden prevenir y gestionar las enfermedades hepáticas. Además, se profundiza en el papel del ejercicio físico en la mitigación de la inflamación hepática aguda y crónica y su potencial para gestionar el cáncer de hígado.

Esta exploración subraya el papel vital del ejercicio físico en las enfermedades hepáticas y aboga por su incorporación en las estrategias de prevención y manejo de estas enfermedades. La implementación regular de ejercicios físicos se presenta como una estrategia complementaria esencial para mejorar los resultados de salud en pacientes con afecciones hepáticas, ofreciendo una alternativa terapéutica favorable para complementar los tratamientos convencionales y mejorar la eficacia de las intervenciones médicas existentes. Así, el ejercicio físico no solo contribuye a la rehabilitación física sino también a la mejora integral del bienestar en pacientes con enfermedades hepáticas.

Mecanismos por los que el ejercicio físico protege de las enfermedades hepáticas

Sensibilidad a la insulina

El ejercicio físico desempeña un papel crucial en la mejora de la sensibilidad a la insulina, siendo fundamental para la regulación del metabolismo de la glucosa y los lípidos. La resistencia a la insulina se caracteriza por una respuesta disminuida a la insulina, lo que conduce a niveles elevados de insulina en el hígado y promueve enfermedades como la enfermedad hepática asociada a disfunción metabólica (MASLD) a través de mecanismos que aumentan la síntesis y acumulación de lípidos. Estudios han demostrado que el ejercicio regular mejora la función de las células beta del páncreas y reduce la resistencia a la insulina a través de la activación de vías de señalización como la del receptor 4 tipo Toll (TLR-4), la quinasa regulada por señales extracelulares (ERK) y la proteína quinasa activada por AMP (AMPK).

Los investigadores han observado que el entrenamiento de natación mejora la resistencia a la insulina hepática inducida por una dieta alta en grasas mediante la señalización dependiente de la quinasa activada por TGF-β (TAK1), así como la mejora de la señalización de la insulina a través de diversas vías, incluyendo la ruta de la proteína adaptadora que interactúa con el dominio PH y la cremallera de leucina 1 (APPL1) y la proteína quinasa B (Akt). Además, se ha observado que el ejercicio regular puede atenuar la progresión de la esteatosis hepática inducida por dietas ricas en grasas, activando las vías de señalización del receptor activado por proliferador de peroxisomas alfa (PPAR-α) y gamma (PPAR-γ).

Homeostasis de lípidos

El ejercicio físico también juega un papel vital en la regulación de la homeostasis de lípidos, siendo el hígado el órgano principal para el metabolismo de los ácidos grasos. Durante el ejercicio aeróbico, se activan enzimas lipasas que llevan a la hidrólisis de triglicéridos en glicerol y ácidos grasos libres (FFAs), que luego sirven como fuente de energía. El ejercicio puede disminuir la lipogénesis de novo y aumentar la β-oxidación de ácidos grasos y la autofagia, mejorando así la sensibilidad a la insulina y regulando el metabolismo lipídico.

Un aspecto crucial del ejercicio es su capacidad para modificar la expresión de microARN en exosomas circulantes, lo que puede conducir a un aumento de factores de transcripción que regulan la insulina, como el factor de transcripción Forkhead box O1 (FoxO1), contribuyendo a la reducción de la resistencia a la insulina. Además, se ha demostrado que el ejercicio activa la vía AMPK/Sirtuina 1 en modelos de zebrafish, promoviendo la lipofagia y la β-oxidación de ácidos grasos.

Inflamación hepática

El ejercicio también influye en la inflamación hepática, un factor crítico en el desarrollo y progresión de las enfermedades hepáticas. Se ha observado que el ejercicio modula la respuesta inflamatoria hepática regulando citocinas clave y vías de señalización, reduciendo la inflamación hepática aguda y crónica y promoviendo un fenotipo antiinflamatorio en las células de Kupffer mediante reprogramación metabólica. Este efecto inmunomodulador del ejercicio se extiende a la mejora de la sensibilidad de las células T CD8+ y a la potenciación de las respuestas anti-tumorales de las células asesinas naturales (NK).

En resumen, el ejercicio físico mejora la sensibilidad a la insulina, regula la homeostasis de lípidos y modula la inflamación hepática, lo que contribuye significativamente a la prevención y manejo de enfermedades hepáticas como MASLD, la inflamación hepática y potencialmente el cáncer hepático. Estos hallazgos subrayan la importancia de incorporar el ejercicio físico en las estrategias de tratamiento y prevención de enfermedades hepáticas, destacando su papel como un poderoso modulador de la salud hepática a través de múltiples mecanismos bioquímicos y moleculares.

Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2024/06/Physical-Exercise-in-Liver-Diseases.pdf

Suscríbete ahora al Club EP&T, y llévate todas las formaciones por sólo 8€/mes, además de poder acceder a artículos especiales del blog