Ejercicio de fuerza en hipertensión arterial

La hipertensión es un contribuyente significativo a la morbilidad y mortalidad global, afectando a aproximadamente 1,13 mil millones de personas en todo el mundo [1]. Las intervenciones no farmacológicas, en particular el ejercicio, han emergido como estrategias clave para manejar esta condición. El ejercicio aeróbico es ampliamente reconocido por su capacidad para reducir la presión arterial (PA) y es recomendado en las guías actuales por organizaciones como la Sociedad Europea de Hipertensión (ESH) y la Sociedad Japonesa de Hipertensión (JSH) [2, 3]. Sin embargo, el ejercicio de fuerza ha sido históricamente infrautilizado en la práctica clínica debido a evidencia limitada e inconsistente, y se recomienda en las guías principalmente como un enfoque complementario al ejercicio aeróbico.

El metaanálisis realizado por Morita et al., publicado en esta edición de Hypertension Research, proporciona evidencia convincente de que el ejercicio de fuerza—tanto dinámico como isométrico—genera efectos antihipertensivos comparables al ejercicio aeróbico [4]. Este estudio representa un hito en la fisiología del ejercicio y en el manejo de la hipertensión, ofreciendo datos robustos de 84 ensayos controlados aleatorizados (RCTs) que involucraron a 5065 pacientes hipertensos.

Mecanismos de reducción de la presión arterial

Los mecanismos fisiológicos a través de los cuales diferentes tipos de ejercicio reducen la PA son diversos, pero convergen en la mejora de la salud vascular. El ejercicio aeróbico mejora la función endotelial al aumentar la biodisponibilidad de óxido nítrico, reducir el estrés oxidativo y mejorar la distensibilidad arterial [5]. También induce adaptaciones estructurales en el sistema vascular, como un aumento en la densidad capilar y una mayor elasticidad arterial, lo que contribuye a reducciones sostenidas de la presión arterial a lo largo del tiempo [6].

Por otro lado, el ejercicio de fuerza, particularmente el de resistencia dinámica, ha demostrado estimular la liberación de sustancias vasodilatadoras, como adenosina, iones de potasio y dióxido de carbono, que colectivamente mejoran la función microvascular [7]. Además, el ejercicio dinámico de fuerza está asociado con reducciones en la resistencia vascular sistémica y mejoras en parámetros metabólicos, incluyendo perfiles lipídicos y sensibilidad a la insulina, lo que refuerza sus efectos antihipertensivos.

El ejercicio de fuerza isométrico, por otro lado, actúa a través de mecanismos como la modulación autonómica y la mejora de la sensibilidad de los barorreceptores [8]. Las contracciones musculares sostenidas durante el ejercicio isométrico generan aumentos localizados en la presión intramuscular, promoviendo adaptaciones en las vías reflejas neuronales. Edwards et al. informaron que el ejercicio isométrico conduce a reducciones significativas en la resistencia vascular periférica y mejoras en la variabilidad de la frecuencia cardíaca, lo que sugiere un papel central de la regulación neural [9]. Además, se ha vinculado el ejercicio isométrico con una mejor vasodilatación dependiente del endotelio en los grupos musculares entrenados, aunque las implicaciones sistémicas de estos efectos localizados siguen siendo un área de investigación en curso [10].

Estos hallazgos destacan las vías diferenciadas a través de las cuales los ejercicios aeróbicos y de fuerza logran la reducción de la presión arterial.

Modalidades de ejercicio

Morita et al. analizaron de manera sistemática 84 ensayos controlados aleatorizados (RCTs) que incluyeron a 5065 pacientes hipertensos, lo que convierte a este estudio en uno de los metaanálisis más completos en el campo del ejercicio y la hipertensión [4]. Los autores demostraron reducciones significativas tanto en la presión arterial sistólica (PAS, −7,52 mmHg) como en la presión arterial diastólica (PAD, −4,36 mmHg) en todos los tipos de ejercicio en comparación con los grupos control sin ejercicio.

De manera destacable, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la reducción de la presión arterial entre los ejercicios aeróbicos, de fuerza dinámica y de fuerza isométrica (interacción p = 0.815 para PAS, p = 0.417 para PAD). Estos hallazgos son clínicamente significativos, ya que respaldan el ejercicio de fuerza—tradicionalmente considerado como complementario en las guías sobre hipertensión—como una intervención igualmente efectiva. Esto amplía las opciones terapéuticas, especialmente para pacientes con limitaciones de movilidad o que no pueden realizar ejercicio aeróbico.

Acceso libre al artículo original en: http://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/01/Ejercicio-de-fuerza-e-hipertension.pdf

Referencia completa:

Kobayashi H. Resistance exercise and hypertension: comparable benefits to aerobic exercise? Hypertens Res. 2024 Dec 23. doi: 10.1038/s41440-024-02076-w.

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