Disfunción eréctil y ejercicio

La disfunción eréctil puede ser un primer signo de disfunción entotelial y por lo tanto de una base de enfermedad cardiovascular, especialmente si se añaden otros factores de riesgo. Entre los factores de riesgo reversibles en relación a la disfunción endotelial la inactividad física quizás sea el más importante. Recientemente se ha publicado una revisión bibliográfica (Duca y col, 2019; Andrologia 15:e13264; doi: 10.1111/and.13264) sobre la influencia del ejercicio regular sobre la disfunción eréctil. La actividad física ha mostrado influencia positiva sobre la disfunción eréctil a través de distintos mecanismos relacionados con el metabolismo de la glucosa y los lípidos, la regulación de la presión arterial, la producción de óxido nítrico y la modulación hormonal. Además, el ejercicio actúa de manera sinergista con los medicamentos habitualmente utilizados en el tratamiento de la impotencia. Ya que muchos pacientes con disfunción eréctil pueden padecer enfermedades cardiovasculares, antes de recomendar ejercicio es necesario un buen reconocimiento médico para descartar posibles contraindicaciones del ejercicio. Tanto el ejercicio aeróbico como el ejercicio de fuerza/anaeróbico han mostrado efectos positivos, si bien un metaanálisis reciente mostró que el ejercicio aeróbico de intensidad moderada/vigorosa es el más efectivo para mejorar la erección. La testosterona es un importante modulador del rendimiento físico y sus niveles en sangre deben ser evaluados en pacientes con disfunción eréctil.

El ejercicio regular mejora la función entotelial y ello puede contribuir decisivamente a resolver algunos casos de disfunción eréctil en personas sedentarias. Así mismo el sobrepeso y/o la obesidad no contribuyen positivamente a mantener una buena función sexual. Sobre los ejercicios más recomendables, en mi opinión los programas en circuito de “alta” intensidad combinando fuerza y resistencia aeróbica son la mejor opción. Además de mejorar directamente la función endotelial, el cambio en la composición corporal asociado a esta modalidad de entrenamiento (menos grasa, más definición muscular) puede contribuir positivamente en la parte psicológica de la función sexual.

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