La debilidad muscular en la adolescencia se asocia con discapacidad 30 años después

Para muchas funciones fisiológicas las adaptaciones alcanzadas en la infancia y adolescencia condicionan comportamientos en edades más avanzadas. La ganancia de masa ósea es un ejemplo muy representativo. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Henriksson y col, 2018; Br J Sports Med 18, jun; doi: 10.1136/bjsports-2017-098723) cuyo objetivo fue investigar las asociaciones entre la fuerza muscular en la adolescencia con la discapacidad en edades avanzadas (DP), por medio de diferentes categorías de índice de masa corporal (IMC) y en combinación con el fitness aeróbico. Se valoraron a jóvenes varones de entre 16 y 19 años entre 1969 y 1994. Un total de 1212505 adolescentes cumplieron los criterios de inclusión y fueron incluidos en el análisis. Se midieron: fuerza extensión de rodilla, handgrip y flexión de codo, así como el fitness aeróbico en un test en cicloergómetro. Las causas de discapacidad se obtuvieron de datos de las compañías de seguros entre 1971 y 2012 (29,6 años de media). Los resultados mostraron que la fuerza de extensión de rodilla en la adolescencia se relacionó inversamente con el riesgo de discapacidad por cualquier causa. El riesgo asociado con baja fuerza muscular difirió entre las causas específicas de discapacidad, encontrando las mayores asociaciones para las causas psiquiátricas, del sistema nervioso y otras causas. Ser más fuerte se asoció a menor riesgo de discapacidad en las diferentes categorías de IMC, y ser débil muscularmente, inactivo y obeso se asoció con el mayor riesgo de discapacidad. Los autores sugieren una fuerte asociación entre la debilidad muscular y la discapacidad. Una combinación de debilidad muscular y bajo nivel aeróbico fue un factor de riesgo especialmente importante para la discapacidad. Los resultados añaden peso a la necesidad de potenciar el ejercicio en adolescentes en cualquier categoría de su IMC.

Potenciar el ejercicio en edad infantil no es difícil si los padres se comprometen con ese objetivo de una forma natural. No hay ninguna edad en la que el movimiento sea más espontáneo que en la infancia, así casi lo único que hay que hacer es dejar un poco de libertad dirigida a los niños. El problema surge en la adolescencia. Esta etapa de tormenta hormonal no es fácil de controlar, y menos por los padres. Seguramente los pilares asentados de manera firme en la infancia sean las garantías de mantenimiento de la actividad física en la adolescencia. En cualquier caso, las adaptaciones logradas en la adolescencia (continuación de las alcanzadas en la niñez) condicionan en algunos aspectos importantes la salud en años venideros. Por ello, necesitamos profesionales del ejercicio bien preparados para abordar este reto. Aunque para algunos desorientados “disfrazarse con una bata blanca” les suponga una cierta elevación de su frustrado ego, el verdadero trabajo por la salud de una población comienza en la infancia y continua en la adolescencia; es decir, la medicina preventiva, que aunque tiene menos visibilidad social es mucho más eficaz.  

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