La eficacia del tratamiento oncológico depende significativamente de que los pacientes reciban la dosis completa del tratamiento planificado. Sin embargo, los efectos adversos relacionados con los tratamientos, como fatiga, dolor y neuropatía periférica, pueden llevar a interrupciones, retrasos o reducción en la intensidad del tratamiento, disminuyendo así su eficacia y empeorando el pronóstico de supervivencia.
La mayoría de las investigaciones actuales sobre la finalización de tratamientos se han enfocado en la quimioterapia. Se han empleado múltiples medidas para evaluar esta finalización, destacando la intensidad relativa de dosis (RDI), que compara la dosis administrada con la planificada. Estudios anteriores han demostrado que una RDI baja se asocia con un riesgo incrementado de recurrencia temprana y una supervivencia general más corta en varios tipos de cáncer.
El ejercicio ha emergido como una intervención segura y bien tolerada durante el tratamiento del cáncer, ayudando a mitigar efectos secundarios adversos como la fatiga y mejorando la calidad de vida y la función física. Las guías actuales recomiendan al menos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico moderado, junto con entrenamiento de fuerza dos veces por semana. Estas recomendaciones están respaldadas por importantes organizaciones médicas como la Sociedad Americana del Cáncer y la Sociedad Americana de Oncología Clínica.
Los mecanismos propuestos por los cuales el ejercicio podría mejorar la finalización del tratamiento incluyen: reducción de efectos secundarios como la fatiga, mejoras en la composición corporal (reducción de masa grasa y mantenimiento de masa muscular), y fortalecimiento del sistema inmunológico a través de la movilización y producción de células inmunitarias, lo que podría reducir la necesidad de interrupciones por inmunosupresión.
En relación con los estudios disponibles, la revisión identificó un total de 30 investigaciones que abordaron el impacto del ejercicio en la finalización del tratamiento oncológico, principalmente centradas en quimioterapia (23 estudios), pero también incluyendo algunos sobre quimiorradiación y terapia hormonal. De estos, casi la mitad mostraron un beneficio significativo del ejercicio en la finalización del tratamiento, evidenciado principalmente a través de una mayor RDI, menos reducciones o retrasos de dosis y menos interrupciones prematuras del tratamiento.
Un ejemplo significativo fue el estudio START en pacientes con cáncer de mama, donde aquellos asignados al ejercicio de fuerza supervisado tuvieron una RDI significativamente mayor comparada con el grupo control. Del mismo modo, el estudio de Mizrahi en cáncer de ovario mostró que quienes completaron el programa de ejercicio durante la quimioterapia lograron una RDI mayor que aquellos que no participaron.
Sin embargo, algunos estudios como FORCE (en cáncer colorrectal) y LEANER (en cáncer de mama) no encontraron diferencias significativas en RDI entre grupos de ejercicio y control, sugiriendo la necesidad de investigaciones adicionales que exploren formatos distintos de ejercicio o enfoques más intensivos para mejorar resultados.
En tratamientos combinados de quimiorradiación, los estudios disponibles no demostraron beneficios significativos del ejercicio en la reducción de interrupciones del tratamiento, aunque la evidencia es aún limitada y requiere mayor investigación.
La terapia hormonal, particularmente relevante en cáncer de mama, mostró resultados mixtos. Dos estudios no hallaron diferencias significativas en la adherencia autoinformada, mientras que otro reportó un incremento significativo en adherencia en pacientes que participaron en un programa de actividad física domiciliaria.
Actualmente, no se han publicado estudios concluyentes que evalúen específicamente el impacto del ejercicio en la finalización de la terapia de radiación por sí sola, inmunoterapia o terapia dirigida, aunque existen protocolos en desarrollo para abordar estos tratamientos.
Para avanzar en esta área, se proponen tres grandes líneas de acción: primero, realizar investigaciones que evalúen específicamente la finalización del tratamiento como resultado primario; segundo, utilizar terminología y definiciones estandarizadas para medir estos resultados, especialmente la intensidad relativa de dosis; y tercero, investigar cómo diferentes combinaciones y secuencias de tratamientos oncológicos podrían beneficiarse de intervenciones de ejercicio específicas, según lo planteado en el marco EPiCC.
La red colaborativa ENICTO actualmente está llevando a cabo cuatro estudios grandes (ACTION, TEAL, THRIVE-65 y TNT) para investigar específicamente cómo el ejercicio y las intervenciones nutricionales durante la quimioterapia podrían mejorar la RDI mediante diferentes mecanismos, tales como mejoras en composición corporal, reducción del estrés oxidativo y fortalecimiento del sistema inmunológico.
En conclusión, aunque la evidencia actual es alentadora y sugiere un beneficio potencial del ejercicio en mejorar la capacidad de completar tratamientos oncológicos, aún existe la necesidad crítica de estudios más amplios, rigurosos y estandarizados que permitan validar estos hallazgos iniciales y definir claramente cómo incorporar mejor las intervenciones de ejercicio en los planes de tratamiento oncológico.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/07/Exercise-May-Improve-Completion-of-Standard-and-Emerging-Cancer-Treatments.pdf
Referencia completa:
Catalá-Vilaplana I, Cao SE, Zadravec K, LeVasseur N, Kimple RJ, Lim AJ, Courneya KS, Campbell KL. Exercise May Improve Completion of Standard and Emerging Cancer Treatments. Exerc Sport Sci Rev. 2025 Jul 1;53(3):110-124. doi: 10.1249/JES.0000000000000360.



