No es la primera vez que abordamos este tema, que muchos deportistas interpretan como una cierta “agresión” al deporte, nada más lejos de la intención de este post. La evidencia nos muestra que los atletas tienen un riesgo entre 4 y 8 veces mayor de padecer una fibrilación auricular (FA) respecto a los controles no deportistas. Recientemente se ha publicado un artículo (Müssigbrodt y col, 2017; Scand J Med Sci Sports 16-ene) que sugiere en base al análisis de la información disponible, un efecto dosis-dependiente en relación al riesgo de padecer FA. Así, el ejercicio moderado (intensidad y duración) parece ejercer un efecto protector disminuyendo el riesgo de padecer FA, mientras que el ejercicio excesivo (intensidad y/o duración) aumentaría el riesgo. El perfil de deportista más afectado es el master de > 50 años, que continúa entrenando y compitiendo.
La evidencia no cuestiona la conveniencia de seguir entrenando fuerte a partir de cierta edad (especialmente resistencia aeróbica), solo señala los hallazgos disponibles. En un ejercicio de “lógica médica”, y mirando solo por la salud, quizás sería más aconsejable centrarse en el trabajo de fuerza buscando la mejor relación beneficio-riesgo del entrenamiento.