Adherencia a los programas de ejercicio en pacientes supervivientes de cáncer

El entrenamiento combinado de fuerza y resistencia aeróbica ha mostrado los mayores beneficios en pacientes supervivientes de cáncer (CS). Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Quevedo-Jerez y col, 2019; J Strength Cond Res 11-abr; doi: 10.1519/JSC.0000000000003144) cuyo objetivo fue estudiar la adherencia a un programa de ejercicio aeróbico (en relación a la intensidad y duración de las sesiones) y la respuesta cardiovascular al entrenamiento de fuerza. Para ello se monitorizó la frecuencia cardiaca (HR) cada entrenamiento en un grupo de 48 CS durante un periodo de 2 años. Durante el entrenamiento aeróbico, los pacientes tuvieron que mantener una HR en zona II (Z2; entre el primer y segundo umbral). El tiempo en Z1 (por debajo del primer umbral), Z2 y Z3 (por encima del segundo umbral), fueron monitorizados tanto en entrenamiento aeróbico, como en entrenamiento de fuerza. Los resultados mostraron la siguiente distribución del tiempo de entrenamiento (entrenamiento aeróbico vs entrenamiento de fuerza) por fases: Z1 6.6 ± 12.8% vs. 34.3 ± 29.9% (p < 0.001); Z2 66.6 ± 29.3% vs. 54.5 ± 27.6% (p < 0.05); and Z3 26.9 ± 29.9% vs. 11.2 ± 20.6% (p < 0.001). Los pacientes con menos capacidad funcional (<4,5 METs) presentaron la menor adherencia en Z2 y gastaron más tiempo en Z3. Los autores mostraron que la adherencia al ejercicio fue buena cuando se individualizó la intensidad del ejercicio. Los pacientes con menor capacidad funcional necesitan más supervisión en las sesiones de entrenamiento. Por otra parte, el entrenamiento de fuerza permitió respuestas cardiovasculares elevadas, pudiendo ser una opción bien aceptada y eficaz en la prescripción del ejercicio, especialmente en los pacientes supervivientes de cáncer con menor capacidad funcional, y en las primeras fases de los programas de ejercicio.

La adherencia a los programas de ejercicio es clave para que este muestre su verdadera utilidad. A veces, los planteamientos de implementación de programas de ejercicio están solo vinculados a proyectos de investigación y ello provoca que en ocasiones la intervención sea solo puntual y acotada en el tiempo que dura el proyecto. Hemos de intentar que los programas de ejercicio (ya ampliamente demostrada su eficacia por la evidencia científica) se vinculen menos a la investigación y más a la rutina clínica de los centros sanitarios, ello ayudará a que el ejercicio será capaz de ganar su sitio como parte del tratamiento en muchos pacientes. Evidentemente es absolutamente necesario que la investigación continúe para hacer avanzar en esta relación patología-ejercicio terapéutico, por lo que al tiempo los grupos de investigación han de recibir todo el apoyo para continuar progresando en programas seguros y eficaces.

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