Dias-da-Silva G Jr, Panissa VLG, Derchain SFM, Ferreira MLV, Telles GD, Buzaglo GBB, Araújo RB, Vechin FC, Conceição MS. High-Intensity Interval Training for Cancer Patients: A Review of Key Considerations for Exercise Prescription. Sports Med. 2024 Nov 27. doi: 10.1007/s40279-024-02145-7.
El cáncer sigue siendo una de las principales causas de mortalidad a nivel mundial, ocupando el segundo lugar entre las enfermedades más letales. Los avances en los tratamientos oncológicos, como la quimioterapia, radioterapia, y terapias hormonales, han llevado a un aumento significativo en el número de supervivientes en las últimas décadas. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha observado un incremento del 27% en la población de supervivientes de cáncer en los últimos 20 años, con proyecciones de un crecimiento adicional del 24% en la próxima década. Sin embargo, estos avances han traído consigo efectos secundarios debilitantes asociados a los tratamientos, como fatiga relacionada con el cáncer, cardiotoxicidad y pérdida de capacidad cardiorrespiratoria. Estas secuelas no solo disminuyen la calidad de vida, sino que también están vinculadas con un mayor riesgo de mortalidad.
La reducción de la capacidad cardiorrespiratoria, medida por el consumo máximo de oxígeno (VO₂max) o su equivalente pico, es uno de los efectos secundarios más preocupantes. Este deterioro se ha asociado con un aumento del riesgo de complicaciones derivadas del tratamiento, como toxicidad cardíaca, y una mayor probabilidad de mortalidad relacionada con el cáncer. Por ejemplo, en mujeres con cáncer de mama sometidas a quimioterapia adyuvante, se ha reportado una disminución del 31% en la capacidad cardiorrespiratoria. Esta reducción también es un marcador pronóstico clave, ya que se correlaciona con una menor supervivencia, peor calidad de vida y mayores complicaciones durante los tratamientos oncológicos.
Afortunadamente, el ejercicio físico ha emergido como una estrategia eficaz para mitigar estos efectos adversos. En particular, el entrenamiento por intervalos de alta intensidad (HIIT) ha ganado popularidad en los últimos años como una intervención efectiva para mejorar el VO₂max. Este tipo de entrenamiento, que alterna períodos de esfuerzo intenso con descansos activos o pasivos, ha mostrado ser más efectivo que el entrenamiento continuo de intensidad moderada (MICT) para mejorar la capacidad cardiorrespiratoria en poblaciones saludables. Sin embargo, la evidencia en pacientes con cáncer es menos concluyente, y la prescripción inadecuada del HIIT podría explicar las discrepancias observadas en los resultados.
Este artículo revisa las características clave del HIIT aplicadas en pacientes con cáncer, analizando los anclajes utilizados para prescribir las intensidades de esfuerzo y pausa, los formatos de HIIT empleados, las pruebas físicas realizadas para ajustar los protocolos, y los posibles eventos adversos asociados. Además, se proponen estrategias para mejorar la precisión en la prescripción del HIIT para maximizar sus beneficios en esta población.
De los 51 estudios analizados, solo el 50% reportó todas las variables necesarias para una prescripción precisa del HIIT (intensidad y duración del esfuerzo, e intensidad y duración de la pausa). La falta de información detallada sobre estas variables limita la replicación de los protocolos y, por ende, su aplicación práctica en pacientes con cáncer. Este vacío es particularmente preocupante, ya que la efectividad del HIIT depende de una correcta estructuración de los períodos de esfuerzo y descanso para mantener el consumo de oxígeno por encima del 90% del VO₂max durante el mayor tiempo posible.
El formato más comúnmente identificado fue el HIIT-long, que se caracteriza por esfuerzos prolongados por encima del umbral anaeróbico pero por debajo del máximo VO₂max. Aunque este formato está asociado con mayores beneficios en la capacidad cardiorrespiratoria, en muchos estudios no se identificó claramente el formato aplicado debido a la falta de datos. Solo siete estudios utilizaron de manera explícita el formato HIIT-long, mientras que otros emplearon pausas pasivas o esfuerzos demasiado cortos, más típicos de formatos como el HIIT-short o los entrenamientos de sprints. Esto evidencia la necesidad de una mayor estandarización y claridad en la descripción de los protocolos.
Entre las variables reportadas, la intensidad del esfuerzo fue la más consistentemente documentada, mientras que la intensidad de las pausas fue la menos reportada, con un 49% de los estudios omitiendo esta información. Además, el 18% de los estudios no detalló la duración de los períodos de esfuerzo, y el 17% no reportó la duración de las pausas. Estas lagunas dificultan la identificación del impacto del HIIT en pacientes con cáncer y su comparación con otras modalidades de ejercicio.
Otro hallazgo clave fue la falta de personalización en la prescripción del HIIT. Solo el 4% de los estudios utilizaron anclajes fisiológicos, como el umbral anaeróbico, para ajustar las intensidades de esfuerzo y pausa de manera individualizada. En contraste, la mayoría de los estudios basaron la prescripción en fracciones del VO₂max, frecuencia cardíaca máxima (HRmax) o la escala de percepción del esfuerzo (RPE). Aunque estas métricas son prácticas, pueden no reflejar con precisión la demanda metabólica real en pacientes con disfunción autonómica o fatiga severa, condiciones comunes en pacientes con cáncer. Por ejemplo, la frecuencia cardíaca no siempre se correlaciona linealmente con el VO₂max en ejercicios de alta intensidad, lo que puede llevar a una subestimación o sobreestimación de la carga real de trabajo.
En cuanto a las pruebas físicas utilizadas para prescribir los protocolos de HIIT, el 22% de los estudios no reportaron las características del test empleado, mientras que muchos otros omitieron detalles críticos como la carga inicial, los incrementos y la duración de las etapas. Este problema es especialmente relevante cuando se utilizan variables mecánicas, como la potencia máxima alcanzada (MAP), ya que estas dependen de la configuración del test. Solo un estudio detalló cómo se ajustaron las pruebas según las características individuales de los participantes, lo que sugiere una necesidad urgente de mayor individualización en este aspecto.
Respecto a los efectos adversos, 34 estudios reportaron la ausencia de eventos negativos asociados al HIIT, mientras que seis estudios documentaron problemas como dolor muscular, náuseas, hipotensión, neuropatías, fatiga severa y aumento de la presión arterial. Estos hallazgos resaltan la importancia de adaptar cuidadosamente los protocolos para garantizar la seguridad de los pacientes, considerando su condición clínica y posibles complicaciones derivadas del tratamiento.
Finalmente, aunque el HIIT ha demostrado ser superior al MICT en poblaciones saludables, esta superioridad no siempre se observa en pacientes con cáncer. Las diferencias podrían explicarse por las inconsistencias en la prescripción del HIIT, así como por las características únicas de esta población, como pérdida de masa muscular, fatiga crónica y variaciones en la capacidad cardiorrespiratoria. Por ejemplo, estudios que emplearon protocolos bien estructurados de HIIT-long mostraron mejoras significativas en el VO₂max en comparación con el MICT. En contraste, estudios con protocolos menos definidos o con pausas excesivamente largas no encontraron diferencias significativas entre el HIIT y el MICT.
Conclusión
El entrenamiento por intervalos de alta intensidad tiene un gran potencial para mejorar la capacidad cardiorrespiratoria en pacientes con cáncer, lo que podría traducirse en mejores resultados clínicos y una mayor calidad de vida. Sin embargo, su efectividad está limitada por la falta de precisión en las prescripciones y la heterogeneidad de los protocolos aplicados. Es crucial implementar enfoques más personalizados basados en pruebas fisiológicas rigurosas, anclajes específicos y una descripción detallada de las variables clave, como la intensidad y duración del esfuerzo y las pausas. Además, se necesita una mayor estandarización y claridad en la literatura para guiar a los profesionales de la salud en la aplicación práctica del HIIT en esta población vulnerable. Al optimizar la prescripción del HIIT, se podrían maximizar sus beneficios, garantizando al mismo tiempo la seguridad de los pacientes.
Puntos clave de la revisión
- Existe una tendencia preocupante en los estudios sobre HIIT para pacientes oncológicos, donde solo el 50% reporta todas las variables necesarias para comprender y replicar los protocolos. Las variables más omitidas son la intensidad de las pausas (49%), seguida por la duración del esfuerzo (18%), la duración de las pausas (17%) y la intensidad del esfuerzo (4%).
- Aunque las características de los protocolos empleados son similares al formato HIIT-long, en muchos estudios no se pudo identificar el formato específico aplicado.
- Solo el 4% de los estudios utilizó métodos basados en umbrales fisiológicos para personalizar el formato HIIT-long, lo cual podría mejorar la precisión y efectividad del entrenamiento en pacientes oncológicos, dada la heterogeneidad de esta población.
- La intensidad del esfuerzo se prescribió utilizando fracciones de la frecuencia cardíaca máxima o reserva en el 40% de los estudios, mientras que el 4% empleó la escala de percepción del esfuerzo. Estas variables pueden no reflejar con precisión la intensidad del ejercicio en pacientes con disfunción autonómica y fatiga.
- La discrepancia en la superioridad del HIIT respecto al entrenamiento continuo de intensidad moderada para mejorar la capacidad cardiorrespiratoria en pacientes con cáncer podría estar relacionada con la falta de precisión en la prescripción de los protocolos de HIIT.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2024/11/High‑Intensity-Interval-Training-for-Cancer-Patients.pdf