El entrenamiento de resistencia aeróbica (ET) y el entrenamiento de fuerza (RT) son eficaces en mejorar el perfil antropométrico / composición corporal y los niveles de lípidos circulantes, pero no hay apenas estudios que hayan valorado efectos diferenciales de esas dos formas de entrenamiento. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Bega Ahmeti y col, 2020; Int J Environ Res Public Health 17(4): pii: E1222. doi: 10.3390/ijerph17041222) cuyo objetivo fue evaluar los efectos diferenciales de 8 semanas de ET y RT entre mujeres jóvenes (23 ± 3 años). Participaron 57 mujeres que fueron asignadas a diferentes grupos: ET, RT y control (no ejercicio). Se valoraron factores de riesgo cardiovascular (CRF), incluyendo colesterol total, HDL, LDL, triglicéridos, glucosa y composición corporal) al inicio y final del periodo experimental. El grupo ET entrenó 3 sesiones/semana sobre un tapiz rodante, mientras que el RT realizó el mismo número de sesiones de entrenamiento, realizando un circuito en las sesiones. Los resultados mostraron que ambas modalidades de entrenamiento mejoraron los factores de riesgo cardiovascular, sin diferencias entre ellos. La ausencia de diferencias puede ser atribuida al hecho de que a todas las participantes e les aplicaron protocolos de entrenamiento individualizado acorde de su estado inicial.
Si el entrenamiento de fuerza implica a grandes grupos musculares, no solo no debería tener menos efectos beneficiosos para la salud que el entrenamiento de resistencia aeróbica, sino que probablemente sume adaptaciones (ej. óseas) que probablemente superen en beneficios al ejercicio aeróbico. Actualmente el entrenamiento de fuerza no solo es un complemento del ejercicio aeróbico (que lo es), sino que per se es seguramente la modalidad de entrenamiento de primera elección para preservar nuestro estado de salud.