La sarcopenia es un síndrome geriátrico de gran relevancia clínica que se caracteriza por la pérdida progresiva y generalizada de masa y fuerza muscular, acompañada de deterioro en la función física. Es una condición prevalente en la población mayor y se asocia con desenlaces adversos como caídas, fracturas, discapacidad y mortalidad. La creciente longevidad de la población mundial ha convertido a la sarcopenia en un desafío prioritario de salud pública, pues impacta directamente en la calidad de vida, la autonomía y los costos sanitarios.
La sarcopenia puede clasificarse como primaria, cuando está vinculada directamente al envejecimiento biológico, o secundaria, cuando se relaciona con enfermedades crónicas, inflamatorias o con estilos de vida poco saludables. En el caso de la sarcopenia primaria, la fisiología del envejecimiento parece desempeñar un papel central, independientemente de comorbilidades específicas como el cáncer. Esto plantea la necesidad de analizar la sarcopenia desde una perspectiva de gerociencia, disciplina que estudia cómo los mecanismos biológicos del envejecimiento influyen en la aparición de enfermedades relacionadas con la edad.
Un avance fundamental en este campo fue la identificación de los “hallmarks of aging” o marcadores biológicos del envejecimiento, descritos por López-Otín y colaboradores. Estos doce procesos incluyen inestabilidad genómica, acortamiento telomérico, alteraciones epigenéticas, pérdida de proteostasis, disfunción mitocondrial, desregulación en la detección de nutrientes, senescencia celular, agotamiento de células madre, alteración en la comunicación intercelular, inflamación crónica de bajo grado (inflammaging), disbiosis y fallos en la autofagia. Cada uno de estos fenómenos contribuye al deterioro celular y tisular característico de la edad avanzada. La revisión parte de la hipótesis de que estos procesos no solo explican el envejecimiento general, sino que también son determinantes en la fisiopatología de la sarcopenia.
Aunque algunos vínculos ya se habían descrito —como la relación entre sarcopenia, inflamación crónica y estrés oxidativo—, existía una laguna en la literatura respecto a la conexión entre la sarcopenia diagnosticada bajo criterios internacionales y el conjunto de los doce marcadores biológicos del envejecimiento. Esta revisión narrativa se propuso llenar ese vacío, recopilando 125 estudios publicados en la última década que analizan estas asociaciones.
Los autores ofrecen una interpretación integrada de la evidencia, destacando varios puntos clave:
- Disfunción mitocondrial como hallazgo central
La evidencia más sólida vincula la sarcopenia con la disfunción mitocondrial. Se ha observado una reducción en la expresión y actividad de la cadena de transporte de electrones, alteraciones en metabolitos del ciclo de Krebs, disminución de la fosforilación oxidativa, aumento del estrés oxidativo y una defensa antioxidante deteriorada. Este conjunto de cambios compromete la producción de energía en el músculo y constituye un sello fisiopatológico de la sarcopenia. Así, la incapacidad de las mitocondrias para sostener la demanda energética muscular se plantea como un mecanismo nuclear en la pérdida de masa y fuerza.
- Desregulación en la detección de nutrientes
Otro aspecto consistente es la alteración en vías metabólicas reguladas por IGF-1, insulina y mTOR. Los individuos con sarcopenia presentan niveles reducidos de IGF-1 e insulina, así como una señalización mTOR deficiente, lo que impacta directamente en la síntesis proteica muscular. Además, algunos aminoácidos específicos parecen tener un papel relevante, sugiriendo que tanto la calidad como la cantidad de nutrientes pueden modular el riesgo de sarcopenia.
- Alteración en la comunicación intercelular e inflamación
Aunque los resultados sobre marcadores inflamatorios son heterogéneos, se detecta una tendencia a mayores niveles de cortisol y estrés oxidativo en personas con sarcopenia. En cambio, las citocinas clásicas como la PCR o la IL-6 no muestran una asociación uniforme. Esto apunta a que la inflamación sistémica de bajo grado podría desempeñar un papel modulador, más que determinante. Asimismo, cambios en la señalización endocrina, como la falta de efecto consistente de testosterona o vitamina D, cuestionan su papel central en la sarcopenia.
- Disbiosis intestinal
Se ha identificado una menor presencia de bacterias productoras de butirato y un aumento de flora patógena en personas con sarcopenia. Dado que el butirato es clave para el metabolismo energético, la integridad intestinal y la modulación inmune, este hallazgo sugiere un vínculo entre microbiota, inflamación y pérdida muscular. Sin embargo, aún es incierto si la disbiosis es causa o consecuencia del deterioro muscular.
- Evidencia limitada en otros marcadores
Procesos como la inestabilidad genómica, las alteraciones epigenéticas, la pérdida de proteostasis o el agotamiento de células madre muestran asociaciones preliminares, pero los datos son escasos y muchas veces inconsistentes. Por ejemplo, niveles elevados de ADN mitocondrial libre en plasma se han relacionado con sarcopenia, pero no está claro si son un marcador causal o simplemente un reflejo de daño celular. Igualmente, la reducción en células progenitoras musculares y la baja activación de células satélite podrían explicar la pérdida de capacidad regenerativa en el músculo envejecido.
- Limitaciones metodológicas de la investigación actual
Los autores advierten que la mayoría de los estudios incluidos son transversales, lo cual impide establecer relaciones causales claras. Además, existe heterogeneidad en los criterios diagnósticos de sarcopenia y en los puntos de corte utilizados para masa muscular, fuerza y rendimiento físico. Esta falta de uniformidad dificulta la comparación entre estudios y puede explicar resultados contradictorios. También se resalta la escasez de investigaciones basadas en biopsias musculares, que aportarían datos directos y más fiables sobre los mecanismos celulares implicados.
- Implicaciones clínicas y perspectivas de futuro
El conocimiento de los vínculos entre los mecanismos biológicos del envejecimiento y la sarcopenia puede abrir la puerta a intervenciones más eficaces y personalizadas. Hoy en día, el pilar del tratamiento sigue siendo el ejercicio de fuerza y el apoyo nutricional, ya que las terapias farmacológicas no han demostrado beneficios consistentes. Ensayos con testosterona o vitamina D no lograron resultados concluyentes. Sin embargo, se exploran nuevas estrategias como el uso de exerkinas (moléculas liberadas por el músculo durante el ejercicio) y fármacos senolíticos, que podrían tener un papel prometedor en el futuro.
La sarcopenia no debe considerarse únicamente como un problema músculo-esquelético aislado, sino como una manifestación específica de los procesos biológicos del envejecimiento. La disfunción mitocondrial y la desregulación metabólica emergen como los principales mecanismos compartidos, mientras que la inflamación, la comunicación intercelular y la microbiota intestinal aportan dimensiones adicionales. Reconocer estas interacciones permitirá avanzar hacia estrategias preventivas y terapéuticas más efectivas, integrando ejercicio, nutrición y, en un futuro, intervenciones farmacológicas basadas en la biología del envejecimiento.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/09/Sarcopenia-and-the-biological-determinants-of-aging.pdf
Referencia completa:
Nunes-Pinto M, Bandeira de Mello RG, Pinto MN, Moro C, Vellas B, Martinez LO, Rolland Y, de Souto Barreto P. Sarcopenia and the biological determinants of aging: A narrative review from a geroscience perspective. Ageing Res Rev. 2025 Jan;103:102587. doi: 10.1016/j.arr.2024.102587



