Bai XL, Li Y, Feng ZF, Cao F, Wang DD, Ma J, Yang D, Li DR, Fang Q, Wang Y, Jiang XF, Huang DH, Li XY, Guo JK, Zhao N, Li ZT, Ma QP, Wang L, Wu QJ, Gong TT. Impact of exercise on health outcomes in people with cancer: an umbrella review of systematic reviews and meta-analyses of randomised controlled trials. Br J Sports Med. 2025 Apr 29:bjsports-2024-109392. doi: 10.1136/bjsports-2024-109392.
El cáncer constituye uno de los mayores retos sanitarios, sociales y económicos del siglo XXI. Las personas con cáncer suelen sufrir síntomas persistentes, efectos secundarios derivados del tratamiento, reducción de la calidad de vida y mayor riesgo de recaída y mortalidad. Por ello, es fundamental identificar factores modificables del estilo de vida que puedan incorporarse a las recomendaciones clínicas. Uno de los más relevantes es el ejercicio físico.
El ejercicio, entendido como una actividad física planificada y estructurada, ha demostrado ser seguro y recomendable para personas con cáncer, incluso durante los tratamientos activos. Sociedades científicas como la American Society of Clinical Oncology recomiendan combinar ejercicio aeróbico (AE) con ejercicio de fuerza o resistencia (RE). Además, prácticas mente-cuerpo como el yoga, el Tai Chi o el Qigong han ganado popularidad por su accesibilidad, bajo coste y beneficios en el bienestar físico y emocional.
Aunque la evidencia sobre el papel del ejercicio es cada vez más robusta, existen resultados contradictorios sobre algunos efectos específicos, como el impacto en la función cognitiva, la toxicidad cardíaca o ciertos marcadores biológicos (IGF-1, proteína C reactiva). Esta revisión de tipo “umbrella” se propuso integrar y evaluar los hallazgos de múltiples metaanálisis de ensayos clínicos aleatorizados (RCTs) para sintetizar el impacto del ejercicio en los resultados de salud de personas con cáncer, con el fin de respaldar su uso en la práctica clínica.
El ejercicio reduce los efectos adversos del cáncer y sus tratamientos
La cirugía oncológica se asocia con complicaciones postoperatorias y estancias hospitalarias prolongadas. Esta revisión confirmó que realizar ejercicio aeróbico o de fuerza antes de la cirugía (prehabilitación) reduce el dolor, la disnea, las complicaciones y el tiempo de ingreso, especialmente en pacientes con cáncer de pulmón no microcítico.
El tratamiento oncológico con quimioterapia o terapias dirigidas puede provocar deterioro cognitivo, neuropatía periférica (CIPN) y cardiotoxicidad. El ejercicio, gracias a sus efectos antiinflamatorios y neuroprotectores, mejora la perfusión cerebral y favorece la plasticidad del hipocampo. Se encontró que el ejercicio combinado mejora la función cognitiva en pacientes con cáncer de mama sometidas a trasplante de células madre. También se observaron beneficios del yoga, Tai Chi y Qigong en pacientes con cáncer de pulmón, aunque estos resultados se redujeron a certeza baja al eliminar estudios con tamaños de muestra pequeños.
En cuanto a la CIPN, los estudios revisados muestran mejoras claras en la sensibilidad, el equilibrio y la estabilidad postural, destacando la eficacia de intervenciones que combinan ejercicio sensoriomotor con deslizamiento neural. En el caso de la cardiotoxicidad, el ejercicio aeróbico mostró capacidad para preservar la fracción de eyección ventricular y mejorar la capacidad cardiorrespiratoria, aunque algunos estudios no observaron efectos sobre la fracción de eyección, pero sí sobre el daño por deformación del miocardio.
El ejercicio mejora la composición corporal y regula biomarcadores
Pacientes con cáncer de mama o próstata, especialmente en tratamientos hormonales, suelen presentar sobrepeso o aumento de grasa corporal. Esta revisión muestra que el ejercicio, en sus distintas modalidades, ayuda a reducir el tejido adiposo, aumentar la masa muscular y mejorar el índice de masa corporal (IMC). Por ejemplo, en mujeres con cáncer de mama estadio II o superior, el ejercicio supervisado aumentó ligeramente el IMC, probablemente por el incremento en masa muscular. En cambio, en estudios con Tai Chi, el IMC disminuyó. Esto sugiere que los efectos varían según el tipo de ejercicio, siendo los programas supervisados más propensos a generar ganancia muscular.
A nivel de biomarcadores, el ejercicio demostró reducir niveles de insulina, IGF-1, IGFBP-1 y proteína C reactiva (CRP), todos relacionados con progresión tumoral y peor pronóstico. Por ejemplo, el entrenamiento combinado fue eficaz en reducir insulina y CRP en mujeres con cáncer de mama. Sin embargo, la eficacia del ejercicio sobre la CRP varió según el estadio y tipo de cáncer: tuvo efectos en cáncer de colon estadio III y en pacientes con cáncer de pulmón en quimioterapia, pero no en estadios iniciales ni en cáncer de ovario. Esto resalta la necesidad de investigaciones específicas por tipo de cáncer y estadio para comprender mejor los mecanismos involucrados.
El ejercicio mejora el sueño, la calidad de vida y el bienestar psicológico
El diagnóstico y tratamiento del cáncer se asocian frecuentemente a insomnio, ansiedad y depresión. Esta revisión demuestra que el ejercicio mejora significativamente la calidad del sueño, reduce la ansiedad y alivia la depresión. El yoga, en particular, mostró beneficios sólidos en la calidad del sueño en mujeres con cáncer de mama, mientras que el Tai Chi y el Qigong fueron efectivos en reducir ansiedad. Las intervenciones que combinaban ejercicio con espiritualidad o crecimiento personal también resultaron eficaces para aliviar la depresión.
Además, el ejercicio mejoró la calidad de vida en personas con distintos tipos de cáncer, como mama, pulmón y colon. Esto se observó tanto en pacientes en tratamiento como en supervivientes, y se destacó el efecto de los ejercicios mente-cuerpo en mejorar el bienestar emocional y la calidad de vida, aportando valor complementario a las recomendaciones actuales centradas en ejercicio aeróbico y de fuerza.
Mejora de la función física y social
Muchos pacientes oncológicos presentan una reducción significativa del VO₂máx, asociada a mayor toxicidad, fatiga y mortalidad. El ejercicio durante la quimioterapia fue especialmente eficaz para mejorar este parámetro en cáncer de mama, colon y otros. También se observó que el entrenamiento con HIIT, AE y RE mejora la fuerza muscular y la capacidad aeróbica, aliviando el dolor y la fatiga relacionados con el cáncer.
El ejercicio también favoreció la función física (mejorando el test de la caminata de 6 minutos y el consumo máximo de oxígeno), el retorno al trabajo y la integración social. Prácticas como Tai Chi mejoraron la fuerza del tren inferior, la movilidad del hombro y el control del dolor, incluso en fases avanzadas. Yoga y otras intervenciones también contribuyeron a mejorar el funcionamiento social, un componente clave en la recuperación emocional y la adaptación postcáncer.
Conclusión
Esta revisión de alto nivel metodológico demuestra que el ejercicio físico mejora una amplia gama de resultados de salud en personas con cáncer. Con evidencia de certeza moderada a alta, se concluye que el ejercicio:
- reduce efectos adversos como la cardiotoxicidad, la neuropatía periférica, la disnea y el deterioro cognitivo,
- mejora la composición corporal y regula biomarcadores relacionados con la inflamación y el metabolismo,
- potencia la calidad del sueño, el estado psicológico y la función social,
- y contribuye significativamente a mejorar la calidad de vida general.
Se recomienda considerar la inclusión de ejercicios mente-cuerpo en las guías clínicas oncológicas. Además, es necesario avanzar hacia programas de ejercicio personalizados, adaptados al tipo de cáncer, momento del tratamiento y características individuales del paciente, para lograr intervenciones más eficaces y relevantes clínicamente.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/05/Impact-of-exercise-on-health-outcomes-in-people-with-cancer.pdf




