La respiración durante el ejercicio implica una coordinación precisa de los músculos respiratorios, que permite al cuerpo adaptarse a las demandas de oxígeno y eliminación de dióxido de carbono (CO₂) de manera eficiente. Este proceso comienza con la activación neural de los músculos respiratorios, donde participan principalmente el diafragma y los músculos intercostales externos para la inspiración, y los músculos abdominales e intercostales internos en la expiración activa. Esta activación secuencial es esencial para mantener la respiración fluida y sin esfuerzo aparente incluso en actividades intensas.
Durante el ejercicio, el volumen corriente (la cantidad de aire inhalado en cada respiración) y la frecuencia respiratoria aumentan significativamente para incrementar la ventilación minuto, es decir, el volumen total de aire movido en un minuto. Este ajuste asegura que el sistema respiratorio mantenga la homeostasis de gases en la sangre, especialmente cuando la producción de CO₂ en los músculos en actividad aumenta considerablemente debido a su metabolismo acelerado. El cuerpo regula estos cambios a través de mecanismos de control, como la respuesta anticipatoria y la ventilación alveolar. La respuesta anticipatoria, por ejemplo, se manifiesta en un aumento inicial en la frecuencia respiratoria antes de que se necesite realmente una mayor ventilación, y ayuda a reducir el desfase entre la demanda metabólica y la ventilación.
Otro aspecto crítico en la respiración durante el ejercicio es la optimización del patrón de respiración. Esto significa que el cuerpo ajusta el volumen corriente y la frecuencia respiratoria de manera que minimice el desperdicio de ventilación en el espacio muerto (las partes del sistema respiratorio que no participan en el intercambio de gases). En ejercicios de baja a moderada intensidad, el volumen corriente aumenta mientras la frecuencia respiratoria se incrementa de manera más gradual. Esta combinación maximiza la eficiencia al reducir el porcentaje de aire desperdiciado en el espacio muerto y permite una mejor ventilación alveolar. Conforme la intensidad del ejercicio aumenta, la frecuencia respiratoria se eleva más rápidamente para compensar la mayor demanda de oxígeno y la eliminación de CO₂.
Finalmente, la regulación de los volúmenes pulmonares juega un papel importante en cómo respiramos durante el ejercicio. Por ejemplo, el volumen pulmonar al final de la expiración (EELV) disminuye inicialmente para facilitar un aumento en el volumen corriente, mientras que el volumen al final de la inspiración (EILV) aumenta para mantener una reserva de volumen que permita un aumento en la frecuencia respiratoria sin comprometer la eficiencia. Esta regulación de volúmenes asegura que el sistema respiratorio pueda adaptarse a las demandas crecientes de ejercicio sin alcanzar rápidamente los límites de su capacidad.
Trabajo respiratorio
El “trabajo de respirar” (Wb) se refiere a la energía que el sistema respiratorio requiere para mantener la ventilación y satisfacer las demandas del cuerpo durante el ejercicio. Este trabajo se divide en componentes elásticos y resistivos. El componente elástico del Wb está relacionado con la elasticidad de los pulmones y el sistema torácico, es decir, la cantidad de presión que se requiere para expandir los pulmones y la caja torácica durante la inspiración. En reposo, los pulmones son altamente elásticos y requieren un mínimo esfuerzo para mover el aire; sin embargo, con el ejercicio, el esfuerzo necesario para expandir el tórax aumenta debido al mayor volumen tidal y la frecuencia respiratoria.
El componente resistivo del Wb, por otro lado, se refiere a la resistencia que el flujo de aire encuentra en las vías respiratorias. Durante el ejercicio de alta intensidad, el flujo de aire en las vías respiratorias tiende a ser predominantemente turbulento en lugar de laminar, lo que aumenta la resistencia al flujo y, consecuentemente, incrementa el Wb de manera exponencial a medida que la ventilación aumenta. Este aumento es particularmente notable en ejercicios de alta intensidad, donde el Wb resistivo puede representar hasta tres cuartas partes del esfuerzo total necesario para respirar.
A medida que la intensidad del ejercicio alcanza niveles máximos, la demanda energética de los músculos respiratorios también se eleva, llegando a requerir entre el 10% y 15% del consumo total de oxígeno. Esto significa que una fracción significativa del flujo sanguíneo se desvía hacia los músculos respiratorios, lo cual puede afectar el rendimiento físico general, ya que el flujo sanguíneo disponible para los músculos en actividad se reduce. Esta competencia por el flujo sanguíneo y los recursos energéticos resalta la importancia del Wb en ejercicios de alta intensidad.
¿Por qué respiramos?
La razón por la cual respiramos durante el ejercicio radica en la necesidad de mantener el equilibrio de gases en sangre, asegurando un suministro continuo de oxígeno (O₂) a los músculos activos y la eliminación adecuada de CO₂. Durante la actividad física, los músculos consumen grandes cantidades de O₂ para producir energía, lo que incrementa la demanda de este gas y requiere que el sistema respiratorio incremente la ventilación para satisfacer estas necesidades. Al mismo tiempo, la eliminación de CO₂ se convierte en una prioridad para evitar la acumulación de ácido en la sangre y mantener el pH en niveles óptimos.
La estructura y función de los pulmones están diseñadas para manejar esta demanda. Durante el ejercicio, la capacidad de difusión pulmonar aumenta para facilitar un intercambio eficiente de gases en los alvéolos. Esto se logra principalmente a través de la expansión del volumen sanguíneo capilar pulmonar, lo que permite un tiempo de tránsito adecuado para la difusión del O₂ en condiciones de alta demanda metabólica. En individuos saludables, esta adaptación asegura que, a pesar de la alta velocidad de circulación sanguínea, el equilibrio de O₂ se mantenga casi inalterado.
La circulación pulmonar también juega un papel crucial, ya que debe manejar el aumento del gasto cardíaco sin provocar una sobrecarga en los vasos pulmonares. Los pulmones logran esto mediante un proceso de reclutamiento de capilares inactivos y la dilatación de otros, permitiendo que el sistema mantenga una baja resistencia y una adecuada distribución del flujo sanguíneo en los alvéolos. Este equilibrio asegura que el aumento en el flujo sanguíneo no conduzca a una acumulación de líquido en los alvéolos, lo que podría obstaculizar el intercambio de gases.
El ajuste de la ventilación-perfusión también es esencial para una oxigenación eficiente. Este proceso asegura que las áreas del pulmón bien ventiladas reciban un flujo sanguíneo adecuado. Durante el ejercicio, las desigualdades de ventilación-perfusión se amplifican ligeramente, lo que contribuye a un aumento en la diferencia alveolo-arterial de O₂ (AaDO₂). Este fenómeno es particularmente importante en atletas de alto rendimiento, quienes pueden experimentar hipoxemia inducida por ejercicio debido a la gran demanda de O₂ de sus músculos activos. En estos casos, la ventilación excesiva ayuda a compensar este déficit y mantiene el equilibrio de O₂.
Consideraciones adicionales
Existen factores adicionales a considerar en el sistema respiratorio durante el ejercicio, particularmente en individuos con alta capacidad aeróbica o que enfrentan condiciones fisiológicas específicas. Uno de estos fenómenos es la hipoxemia inducida por el ejercicio (EIAH), la cual se observa en algunos atletas de resistencia altamente entrenados. La EIAH se caracteriza por una disminución en la oxigenación arterial debido a una hipoventilación relativa o limitaciones mecánicas en la ventilación, lo que compromete la capacidad de los pulmones para satisfacer las demandas extremas de oxígeno.
El sistema respiratorio en individuos sanos generalmente no muestra adaptaciones estructurales significativas al entrenamiento físico, a diferencia del sistema cardiovascular o muscular. Esto significa que, aunque los atletas pueden tener un mayor rendimiento aeróbico, sus pulmones no experimentan una mejora significativa en su capacidad para el intercambio de gases o en su estructura. Sin embargo, en deportes como la natación, se ha observado que algunos atletas presentan pulmones más grandes, aunque esto podría deberse más a una selección natural de personas con capacidad pulmonar superior que a un cambio inducido por el entrenamiento.
La edad también afecta la fisiología pulmonar durante el ejercicio. A medida que envejecemos, se producen cambios en el sistema respiratorio que dificultan el mantenimiento de una ventilación eficiente bajo demanda. Entre estos cambios están la rigidez de la caja torácica, la pérdida de elasticidad en las vías respiratorias y una menor área de superficie alveolar, lo cual reduce la capacidad del sistema para manejar el aumento de ventilación y flujo sanguíneo necesario durante el ejercicio. Estos factores hacen que los adultos mayores presenten una ventilación para una demanda metabólica dada más alta en comparación con los jóvenes, limitando su capacidad de rendimiento en actividades físicas intensas.
En conclusión, el sistema respiratorio es un componente vital en la fisiología del ejercicio, cuyo desempeño está intrínsecamente ligado a la eficiencia del sistema cardiovascular y muscular. La integración de estos sistemas permite una adecuada adaptación a la demanda física, y comprender estas respuestas puede ser clave en el manejo de programas de entrenamiento y en la interpretación de limitaciones respiratorias en poblaciones específicas.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2024/10/The-pulmonary-physiology-of-exercise.pdf
Referencia completa:
Dominelli PB, Sheel AW. The pulmonary physiology of exercise. Adv Physiol Educ. 2024 Jun 1;48(2):238-251. doi: 10.1152/advan.00067.2023.