Xu J, Jiao X, Bayat R. Outcomes of physical exercises on initiation, progression, and treatment of breast cancer. Cell Commun Signal. 2024 May 7;22(1):260. doi: 10.1186/s12964-024-01634-6.
El cáncer de mama es una enfermedad frecuente en mujeres a nivel mundial, con aproximadamente 2.3 millones de nuevos casos previstos para el año 2020, lo que representa el 24.5% del total de diagnósticos de cáncer. La tasa de supervivencia media para el cáncer de mama metastásico, que implica la presencia del cáncer en sitios distantes del pecho y los ganglios linfáticos, ha aumentado significativamente del 4 al 30% en las últimas dos décadas. Los objetivos terapéuticos para esta etapa avanzada del cáncer incluyen prolongar la esperanza de vida, mejorar la calidad de vida y gestionar los síntomas. La elección del tratamiento depende de varios factores, como la ubicación y características morfológicas del tumor, y abarca la radioterapia, la terapia hormonal, la inmunoterapia y la quimioterapia.
A pesar de que estas intervenciones han mejorado las tasas de supervivencia, es importante reconocer que también pueden conllevar efectos adversos significativos y la resistencia a los medicamentos sigue siendo un obstáculo importante para su eficacia, siendo un factor primordial en las muertes relacionadas con el cáncer.
Existen datos empíricos que demuestran una relación significativa entre el aumento de la actividad física y una menor incidencia de cáncer de mama tanto premenopáusico como posmenopáusico. La actividad física mejora la función cardiopulmonar, el bienestar psicológico, la fuerza muscular y la resistencia en quienes han superado el cáncer de mama, aunque se observa una reducción del 11% en los niveles de actividad física después del diagnóstico. Los sobrevivientes de cáncer de mama que reciben quimioterapia y radioterapia muestran una disminución más significativa en los niveles de actividad física en comparación con aquellos que no reciben estos tratamientos.
Los beneficios de un mayor nivel de actividad física incluyen la reducción de la masa corporal y cambios en la composición corporal, factores de riesgo conocidos para el desarrollo del cáncer de mama. Investigar el ejercicio después del tratamiento del cáncer de mama es crucial debido a los numerosos beneficios asociados y al aumento en los niveles de actividad física tras el diagnóstico. Estudios recientes han analizado el impacto de diversas formas de actividad física en los resultados terapéuticos de pacientes con cáncer, incluidos los de mama en todas las etapas de la enfermedad, aunque todavía hay limitaciones en los mecanismos exactos de esta relación. Esta revisión busca evaluar y consolidar la evidencia actual sobre el impacto positivo de la actividad física en la eficacia del tratamiento del cáncer de mama.
Asociación de actividad física con cáncer de mama
La actividad física es esencial en el desarrollo de mecanismos fisiológicos y biológicos que influyen en la progresión de diversos tipos de cáncer, incluido el de mama. Las investigaciones destacan que el ejercicio físico puede afectar directamente la progresión del tumor mediante cambios en la vascularización y el flujo sanguíneo del tumor, la utilización metabólica de sustratos por las células malignas, las interacciones a nivel de proteínas entre las células cancerosas y el tejido muscular, y la modulación de la función inmune. Se ha demostrado que períodos prolongados de actividad física inducen cambios metabólicos e inmunogénicos que pueden obstaculizar la progresión del cáncer.
Estudios indican que las mujeres que realizan ejercicio regularmente tienen un riesgo reducido de desarrollar cáncer de mama, con reducciones de riesgo del 10 al 25% en comparación con las que no mantienen una rutina de ejercicio constante. Esta correlación es especialmente notable en mujeres con un índice de masa corporal normal, sin susceptibilidad familiar al cáncer de mama y con al menos un parto.
La literatura sobre la influencia de la actividad física en la prevención del cáncer de mama en personas con mutaciones BRCA1 y BRCA2 es limitada, lo que subraya la necesidad de más investigaciones. La actividad física también reduce la actividad de los estrógenos, la resistencia a la insulina, la inflamación y el estrés oxidativo, lo que disminuye los niveles de estrógenos en la circulación y mejora la sensibilidad celular a la insulina. Además, se ha descubierto que tiene características inmunomoduladoras que potencian las respuestas inmunes intrínsecas y adquiridas y los mecanismos de reparación del ADN, reduciendo así la probabilidad de desarrollar cáncer de mama. Se requiere más investigación para entender completamente estos mecanismos.
Actividad física y metástasis de cáncer de mama
La investigación sugiere que la actividad física de intensidad moderada regular puede inhibir el inicio de una cascada metastásica y el desarrollo subsiguiente de metástasis en cáncer de mama. Esto se logra a través de la regulación de la angiogénesis, la eliminación de células tumorales circulantes y la reducción de la permeabilidad de las células endoteliales. Por otro lado, actividades físicas intensas podrían contribuir a la proliferación de células cancerosas, aunque los modelos animales no han proporcionado resultados definitivos. En modelos de roedores, el ejercicio de moderada intensidad mostró un efecto protector contra la formación de metástasis pulmonares. Sin embargo, un estudio preclínico indicó que el ejercicio intenso después de introducir células de cáncer de mama estaba correlacionado con una mayor incidencia de metástasis pulmonares, y se asoció con una reducción en la producción de óxido nítrico.
En intervenciones clínicas preliminares con pacientes de cáncer de mama, un régimen de 12 semanas de ejercicio aeróbico combinado con quimioterapia neoadyuvante mostró un aumento significativo en la producción de óxido nítrico y una reducción notable en la invasividad del tumor. El ejercicio físico promueve la diferenciación de los macrófagos asociados a tumores (TAM) hacia el fenotipo M1, que tiene efectos antitumorales, y reduce la presencia del fenotipo M2, que promueve el crecimiento y la metástasis del tumor. Además, la actividad física modera o vigorosa impide el reclutamiento de macrófagos al microambiente tumoral, mientras que la inactividad favorece el fenotipo M2.
Se ha observado que el ejercicio estimula la secreción de irisina, un miokina que podría contribuir a prevenir la metástasis espinal, y promueve la liberación de adipokinas anti-metastásicas como la adiponectina, mientras inhibe las pro-metastásicas como la leptina y el TNF-alfa. Además, la actividad física puede aumentar la expresión de miomiR-133a, un tipo de miRNA relacionado con la supresión de la invasión y metástasis de tumores de cáncer de mama.
Ejercicio físico y angiogénesis en el cáncer de mama
Estudios experimentales en modelos murinos de cáncer de mama han demostrado que el ejercicio físico promueve la angiogénesis dentro del tumor y aumenta la densidad de la microvasculatura. Esta observación se apoya en la reducción de los niveles de hipoxia dentro del tumor y en un aumento de la perfusión tisular, la disponibilidad de oxígeno y la presencia de óxido nítrico. Como resultado, estos cambios crean un entorno adverso para el avance del cáncer y mejoran la administración de medicamentos terapéuticos. Sin embargo, investigaciones preclínicas han mostrado que el ejercicio de resistencia reduce la expresión del factor de crecimiento endotelial vascular A (VEGF-A), mientras que protocolos de entrenamiento específicos pueden incrementar su expresión y el desarrollo de la vasculatura tumoral. Un estudio clínico sugiere que aumentar la duración del ejercicio físico y reducir el peso corporal disminuyen la presencia de VEGF-A circulante en mujeres obesas con cáncer de mama. A pesar de esto, falta evidencia que respalde la efectividad de intervenciones de entrenamiento integral post-tratamiento, resaltando la necesidad de más investigaciones para profundizar en esta relación.
Ejercicio físico y prevención de cáncer de mama
La actividad física, definida como movimientos corporales que ejecutan los músculos esqueléticos resultando en gasto energético, juega un papel crucial en la prevención del cáncer de mama mediante la promoción de la metilación del ADN global. Investigaciones sugieren que entre el 90 y 95% de los casos de cáncer se deben a factores de estilo de vida y ambientales, destacando la importancia de seguir recomendaciones de dieta, actividad física y manejo del peso corporal para reducir el riesgo de cáncer. Estudios previos proponen que estrategias efectivas de manejo del estilo de vida podrían reducir hasta un 25% las incidencias de cáncer de mama. Específicamente, se ha observado que las mujeres que realizan actividad física regular tienen una probabilidad reducida de desarrollar cáncer de mama en aproximadamente un 25% en comparación con las que llevan un estilo de vida sedentario.
La eficacia de la actividad física en la reducción del riesgo varía según la edad y el estado menopáusico, siendo más beneficiosa para las mujeres premenopáusicas en comparación con las postmenopáusicas, que podrían requerir niveles más altos de actividad para lograr resultados similares. Además, la adolescencia se señala como un período crítico donde la actividad física puede ofrecer una ventaja protectora significativa, reduciendo la vulnerabilidad al cáncer de mama en un 16% durante esta etapa, aumentando hasta un 17% para mujeres mayores de 50 años. Sin embargo, también se reconoce que las ventajas potenciales de la actividad física pueden ser menores en mujeres menores de 40 años, lo que resalta la necesidad de estrategias preventivas adicionales para este grupo demográfico.
Ejercicio físico y tratamiento del cáncer de mama
La evidencia sugiere que participar en actividad física de moderada a vigorosa trae beneficios tanto para la mortalidad general como para causas específicas de mortalidad. Además, investigaciones iniciales indican una asociación potencial entre el ejercicio físico moderado a vigoroso y una menor probabilidad de desarrollar cáncer de mama durante el tratamiento. El enfoque contemporáneo para manejar el cáncer de mama incluye una estrategia integral que combina intervenciones terapéuticas locales y sistémicas. Las terapias locales se centran en la zona afectada e incluyen cirugía, radioterapia y reconstrucción mamaria. Por otro lado, la terapia sistémica abarca tratamientos más amplios como quimioterapia, terapia hormonal y terapia biológica, que afectan al cuerpo entero.
La quimioterapia puede causar efectos negativos como fatiga, pérdida de apetito y daño a nervios periféricos, mientras que la terapia hormonal puede provocar aumento de peso, dolor en articulaciones y músculos, y efectos cardiovasculares. La radioterapia puede inducir linfedema, plexopatía braquial y malignidades secundarias, además de impactar negativamente la salud cardíaca y pulmonar. El cáncer puede afectar significativamente aspectos emocionales, disminuyendo la autoestima y la percepción de atractivo físico.
Participar en actividades físicas es reconocido como una práctica segura que puede realizarse en diferentes etapas del tratamiento del cáncer, mejorando la calidad de vida, las capacidades funcionales y el bienestar psicológico. La actividad física también puede influir en múltiples aspectos de la fisiología humana, mejorando la fuerza física, la capacidad cardiorrespiratoria, la flexibilidad, y reduciendo la fatiga, la duración de hospitalizaciones, la ansiedad, la depresión, y síntomas como el vértigo y el vómito. Investigaciones han demostrado que los ejercicios de resistencia mejoran la autoestima, la fuerza muscular y la composición corporal de individuos en quimioterapia, sin afectar el linfedema u otras complicaciones postquirúrgicas. Los programas de ejercicio que combinan entrenamientos aeróbicos, de resistencia y de flexibilidad han mitigado eficazmente el dolor y la fatiga, contribuyendo a la mejora de la función cardiorrespiratoria y al manejo de anormalidades estructurales causadas por la quimioterapia y la radioterapia. Estos hallazgos resaltan la importancia de integrar la actividad física como un enfoque terapéutico adicional en el manejo del cáncer de mama, especialmente para aliviar las consecuencias adversas asociadas con la enfermedad.
Ejercicio físico en el post-tratamiento del cáncer de mama
Las complicaciones crónicas como la disminución de la calidad de vida relacionada con la salud (HRQoL), la pérdida de la forma física y cambios en la composición corporal pueden afectar la recuperación y el progreso de individuos diagnosticados con cáncer de mama después del tratamiento curativo. Los efectos adversos de las modalidades terapéuticas como cirugías, radioterapia y tratamientos sistémicos como la quimioterapia y la terapia hormonal impactan negativamente la HRQoL. Sin embargo, la participación en actividades físicas ha demostrado mejorar la HRQoL y el estado general de salud, con una frecuencia recomendada de dos a tres veces por semana.
La resistencia cardiorrespiratoria y la fuerza muscular son componentes cruciales de la forma física. El consumo máximo de oxígeno (VO2max) es un indicador confiable del fitness cardiorrespiratorio y se ha observado que este indicador es menor en sobrevivientes de cáncer de mama comparado con mujeres en óptimas condiciones físicas. Además, los sobrevivientes de cáncer de mama a menudo presentan factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares y tienden a llevar un estilo de vida sedentario, lo que aumenta la importancia de la actividad física como parte de su rehabilitación cardíaca.
Las complicaciones de cardiotoxicidad son comunes en terapias convencionales para el cáncer de mama, lo que resalta la necesidad de incorporar actividad física para mitigar estos efectos. Los estudios han demostrado que el ejercicio puede reducir significativamente la fatiga relacionada con el cáncer, y mejorar la fuerza muscular y la masa corporal magra en pacientes sometidos a quimioterapia y radioterapia.
Un ensayo controlado aleatorio mostró que el entrenamiento de resistencia mejoró la fuerza muscular en mujeres posmenopáusicas sobrevivientes de cáncer de mama. Además, la actividad física ha demostrado impactar positivamente la HRQoL, la forma física cardiorrespiratoria y la composición corporal en individuos recuperados de cáncer de mama.
La investigación también ha vinculado el aumento de peso y la circunferencia de la cintura en sobrevivientes de cáncer de mama con comportamientos sedentarios, estrés psicológico y la menopausia precoz, lo que sugiere una correlación significativa entre el aumento de peso y las tasas de recurrencia y mortalidad por cáncer de mama. Por lo tanto, la participación regular en actividad física es fundamental para controlar el peso corporal y mejorar la salud general de quienes han sido diagnosticados con cáncer de mama.
Ejercicio físico y mortalidad en el cáncer de mama
Existe evidencia empírica que demuestra una asociación positiva entre la participación en ejercicio físico y la obtención de un pronóstico más favorable, así como un período de supervivencia extendido, en individuos diagnosticados con cáncer de mama. Un estudio realizado por Johnsson et al. analizó una cohorte de 847 personas con cáncer de mama, observando que aquellas con un nivel más alto de actividad física mostraban una disminución en las tasas de mortalidad general, especialmente notable en mujeres mayores de 55 años. Este hallazgo sugiere que la actividad física podría ser particularmente significativa para mujeres postmenopáusicas con cáncer de mama.
McTiernan et al. indicaron una relación inversa significativa entre la actividad física y la probabilidad de mortalidad por cualquier causa, sugiriendo una posible reducción de hasta el 48%. Del mismo modo, se identificó una relación negativa entre los niveles de actividad física y la mortalidad asociada con el cáncer, con una posible disminución del riesgo del 38%.
Palesh et al. descubrieron que individuos con cáncer en etapa IV que realizaron actividad física moderada durante una hora diaria experimentaron una reducción del 24% en la tasa de mortalidad y un período de supervivencia extendido. Un reciente metaanálisis realizado por Lee reveló una correlación negativa entre la actividad física y la mortalidad por todas las causas y mortalidad por cáncer de mama en mujeres que realizaban 300 minutos por semana de actividad física moderada.
El estudio DELCaP investigó la asociación entre patrones dietéticos, actividad física, factores de estilo de vida y el pronóstico del cáncer. Los hallazgos revelaron una correlación significativa entre el cumplimiento de las pautas mínimas antes y después del tratamiento y la mejora en las tasas de supervivencia y el pronóstico positivo. Este vínculo se observó en una muestra de 1340 mujeres diagnosticadas con cáncer de mama.
La investigación también ha indicado una posible correlación entre la presencia de comorbilidades y tasas más altas de mortalidad, destacando cómo la disminución de la fuerza muscular y la falta de actividad física contribuyen a un pronóstico menos ventajoso y una duración de supervivencia general más corta. Estos estudios proporcionan evidencia empírica que respalda la implementación de intervenciones de ejercicio en individuos diagnosticados con cáncer de mama, mejorando las tasas de supervivencia general, disminuyendo las tasas de mortalidad y influyendo positivamente en el pronóstico.
En resumen, estudios experimentales han demostrado una correlación positiva entre la participación en actividad física y una reducción en la probabilidad de incidencia de cáncer de mama. Además, la actividad física puede inhibir el avance del cáncer, incluyendo la iniciación de tumores, la diseminación de células cancerosas y la formación de nuevos vasos sanguíneos para la expansión del tumor. Esta intervención resulta ser una herramienta suplementaria valiosa en el manejo del cáncer de mama, aliviando los efectos negativos del tratamiento y mejorando el bienestar general de los pacientes diagnosticados. Sin embargo, la comprensión actual sobre la relación entre el ejercicio físico y la prevención y tratamiento del cáncer es limitada, necesitando más investigaciones para entender los mecanismos moleculares involucrados.
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