Aplicación de ejercicio en las diferentes fases del tratamiento del cáncer

El ejercicio ha sido reconocido históricamente como un componente esencial en el tratamiento de diversas enfermedades, siendo especialmente relevante en la rehabilitación cardíaca. Este enfoque se ha desarrollado en un modelo estructurado en fases, que permite una intervención adaptada a las necesidades específicas de los pacientes en distintas etapas de su recuperación. La rehabilitación cardíaca se organiza en cuatro fases principales:

  1. Fase I: Rehabilitación hospitalaria: Esta etapa se lleva a cabo durante la hospitalización del paciente tras un evento cardíaco agudo, como un infarto de miocardio. El objetivo principal es estabilizar al paciente, prevenir complicaciones y comenzar con actividades físicas ligeras bajo estricta supervisión médica.
  2. Fase II: Rehabilitación ambulatoria: Una vez que el paciente es dado de alta, continúa con un programa de ejercicios supervisados en un entorno ambulatorio. Aquí, se trabaja en mejorar la capacidad cardiovascular, fortalecer el corazón y reducir factores de riesgo.
  3. Fase III: Programas comunitarios de mantenimiento: En esta fase, los pacientes se involucran en programas de ejercicio de mantenimiento, que pueden llevarse a cabo en la comunidad. Estos programas están diseñados para mantener los beneficios alcanzados en las fases anteriores.
  4. Fase IV: Manejo a largo plazo del estilo de vida: Esta fase se enfoca en la gestión continua del estilo de vida, donde el ejercicio se convierte en una parte integral de la vida diaria del paciente, ayudando a prevenir recaídas y a mantener una buena salud cardiovascular.

Este enfoque estructurado permite a los profesionales de la salud personalizar los programas de rehabilitación de acuerdo con el perfil de riesgo y las necesidades específicas de cada paciente, optimizando así los resultados de la rehabilitación.

En el contexto oncológico, aunque los objetivos y desafíos del ejercicio son distintos, un enfoque basado en fases también puede ser muy beneficioso. Un modelo útil en este ámbito es el “Physical Exercise Across the Cancer Experience” (PEACE), desarrollado por Courneya y Friedenreich, que segmenta el trayecto del cáncer en seis etapas, abarcando desde el período previo al diagnóstico hasta el tratamiento posterior. Este modelo permite a los especialistas en ejercicio y oncología identificar y adaptar las intervenciones de ejercicio más apropiadas en cada fase del tratamiento oncológico, lo que puede tener un impacto significativo en la recuperación y la calidad de vida del paciente.

Otro marco importante en el contexto de la supervivencia al cáncer es el “Seasons of Survival”, propuesto por Fitzhugh Mullan. Este modelo clasifica la supervivencia al cáncer en tres fases distintas:

  1. Supervivencia aguda: Esta fase incluye el diagnóstico inicial y el tratamiento activo, como cirugía, quimioterapia o radioterapia. Durante este período, los pacientes enfrentan desafíos significativos debido a los efectos secundarios de los tratamientos.
  2. Supervivencia extendida: Después del tratamiento activo, los pacientes entran en una fase de vigilancia y recuperación. Aunque el tratamiento intensivo ha terminado, muchos siguen lidiando con efectos a largo plazo y la ansiedad relacionada con la posible recurrencia del cáncer.
  3. Supervivencia permanente: En esta etapa, los pacientes se consideran libres de cáncer, pero continúan con un enfoque en la salud a largo plazo y el manejo de cualquier secuela física o emocional.

La combinación de los marcos PEACE y “Seasons of Survival” proporciona una visión integral de cómo el ejercicio puede ser beneficioso en distintas etapas del tratamiento y la supervivencia del cáncer. Al dividir la experiencia oncológica en fases claras, estos marcos facilitan la personalización de las intervenciones de ejercicio, optimizando su impacto en la salud física y mental de los pacientes. Este enfoque estructurado no solo mejora la calidad de vida, sino que también ayuda a los pacientes a recuperar el control sobre su bienestar, reduciendo la ansiedad y promoviendo una recuperación más completa y sostenible.

BENEFICIOS DEL EJERCICIO EN SUPERVIVIENTES DE CÁNCER

El ejercicio ha demostrado ser un aliado fundamental para los sobrevivientes de cáncer en diversas etapas del tratamiento, contribuyendo significativamente a mejorar tanto los resultados físicos como psicológicos. A continuación, se describen los beneficios del ejercicio en diferentes fases del tratamiento del cáncer:

Prehabilitación: Después del diagnóstico y antes de la cirugía

Tras un diagnóstico de cáncer, los pacientes suelen enfrentar un período de espera antes de la cirugía que puede prolongarse por más de un mes, durante el cual experimentan altos niveles de ansiedad, depresión y una sensación de pérdida. Este período, tradicionalmente visto como una simple espera, ha sido redefinido como una oportunidad crucial para preparar a los pacientes para los tratamientos oncológicos. La prehabilitación se enfoca en intervenciones específicas para mejorar las vulnerabilidades físicas y psicológicas antes de iniciar el tratamiento. El ejercicio, como método de intervención en esta etapa, ha mostrado tener un impacto positivo en el pronóstico del tratamiento y en la recuperación postoperatoria. Estudios indican que los pacientes físicamente activos antes de la cirugía tienen estadías hospitalarias más cortas, una mayor calidad de vida y un menor riesgo de complicaciones quirúrgicas. Además, el ejercicio preoperatorio ayuda a preservar la masa muscular y mejora la función cardiorrespiratoria, especialmente en pacientes con cáncer de esófago y pulmón.

Después de la cirugía y antes del tratamiento adyuvante

La cirugía es un tratamiento clave en la lucha contra el cáncer, pero también conlleva una serie de complicaciones postoperatorias, como el dolor y la disminución de la función física. La recuperación postoperatoria se ve significativamente afectada por la pérdida de masa muscular, lo que puede influir en las tasas de supervivencia. Durante el período de recuperación antes de iniciar la terapia adyuvante, el ejercicio desempeña un papel vital en la rehabilitación, facilitando la recuperación física y reduciendo las complicaciones. La movilización temprana y los ejercicios de fuerza ayudan a mejorar la función gastrointestinal, aliviar el dolor y prevenir complicaciones como el tromboembolismo. En pacientes con cáncer colorrectal, los programas de ejercicio postoperatorio han demostrado mejorar la composición corporal, la aptitud física y reducir la estancia hospitalaria. En el caso de las pacientes con cáncer de mama, el ejercicio después de la cirugía mejora la función del hombro, alivia el dolor y aumenta la calidad de vida, lo que facilita una recuperación más rápida.

Durante los tratamientos no quirúrgicos (adyuvante y neoadyuvante)

El ejercicio durante los tratamientos no quirúrgicos, como la quimioterapia y la radioterapia, ha sido ampliamente estudiado y ha mostrado reducir los efectos secundarios como la fatiga, mejorar la aptitud física y fortalecer la masa muscular. En pacientes con cáncer de mama, los estudios han demostrado que el ejercicio mejora la movilidad del hombro, la función del brazo y reduce el linfedema. Aunque los resultados en pacientes con cáncer colorrectal han sido menos consistentes, el ejercicio sigue siendo una intervención valiosa para mejorar la calidad de vida y la función física.

Durante la supervivencia extendida (incluyendo la supervivencia transicional)

Durante la fase de supervivencia extendida, el ejercicio sigue siendo crucial para la recuperación y rehabilitación. Numerosos estudios han demostrado que el ejercicio no solo mejora la función física y la calidad de vida, sino que también reduce la fatiga y promueve una mejor función inmunológica. Incluso en el largo plazo, el ejercicio se asocia con una menor mortalidad específica del cáncer y una mejor supervivencia global. Organizaciones como la American Cancer Society recomiendan el ejercicio para los sobrevivientes de cáncer a largo plazo para reducir el riesgo de recurrencia y mejorar la supervivencia.

En resumen, el ejercicio es una intervención clave en todas las etapas del tratamiento y recuperación del cáncer, contribuyendo a mejorar los resultados clínicos, la calidad de vida y la supervivencia a largo plazo de los pacientes.

MECANISMOS PROPUESTOS EN RELACIÓN CON LOS EFECTOS DEL EJERCICIO EN PACIENTES CON CÁNCER

El ejercicio ha sido ampliamente estudiado como una estrategia terapéutica eficaz para el manejo del cáncer, no solo por sus beneficios en la aptitud física y la salud psicológica, sino también por sus efectos biológicos y fisiológicos que pueden influir en diversos resultados relacionados con el cáncer. A continuación, se exploran los mecanismos propuestos para los efectos beneficiosos del ejercicio en los sobrevivientes de cáncer, en diferentes fases del tratamiento y la recuperación.

Antes de la cirugía

Durante la prehabilitación, es decir, el período entre el diagnóstico de cáncer y la cirugía, el ejercicio puede desempeñar un papel crucial en la modulación de la respuesta inflamatoria y el sistema inmunológico, lo que podría inhibir la progresión tumoral. Un mecanismo clave es la respuesta al estrés inducida por el ejercicio, que modula la producción de citocinas inflamatorias, reduciendo los biomarcadores sistémicos de inflamación asociados con la progresión del cáncer. Además, el ejercicio puede aumentar la circulación de células inmunitarias, como las células asesinas naturales (NK) y las células T citotóxicas, que son esenciales para reconocer y eliminar las células cancerosas. Un estudio en pacientes con cáncer de mama demostró que el ejercicio antes de la cirugía podía activar genes relacionados con la respuesta inmune y antiinflamatoria en los tejidos tumorales.

Otro mecanismo incluye la mejora del flujo sanguíneo y la perfusión alrededor de las células tumorales. El ejercicio puede aumentar el suministro de oxígeno a los tejidos, lo que puede inducir apoptosis (muerte celular programada) en las células cancerosas. Además, el ejercicio mejora la sensibilidad a la insulina, lo que podría reducir el riesgo de crecimiento tumoral impulsado por la insulina. También se ha demostrado que el ejercicio facilita la entrega y eficacia de tratamientos neoadyuvantes, como la quimioterapia, lo que mejora la respuesta patológica completa en pacientes con cáncer de mama.

Después de la cirugía

La cirugía induce una respuesta inflamatoria significativa que puede dificultar la cicatrización de heridas y aumentar el riesgo de complicaciones postoperatorias. El ejercicio regular después de la cirugía puede atenuar esta respuesta inflamatoria, mejorando la cicatrización y reduciendo el riesgo de complicaciones. Además, el ejercicio tiene efectos analgésicos, reduciendo el dolor y la fatiga postoperatorios a través de la liberación de endorfinas y biomarcadores antiinflamatorios. En pacientes con cáncer colorrectal, la movilización temprana y el ejercicio pueden facilitar una recuperación más rápida de la función física y el alta hospitalaria.

Durante los tratamientos no quirúrgicos

El ejercicio durante los tratamientos no quirúrgicos, como la quimioterapia y la radioterapia, puede mejorar los resultados del tratamiento a través de diversos mecanismos biológicos. Mejora la función de los vasos sanguíneos, lo que puede aumentar la perfusión y entrega de quimioterapia a las células tumorales. En el contexto de la radioterapia, el ejercicio puede actuar como un “radiosensibilizador”, aumentando la eficacia del tratamiento al reducir la hipoxia tumoral y promover la reparación del ADN. Además, se ha observado que el ejercicio mejora la tolerancia y la tasa de finalización del tratamiento, lo que está directamente asociado con la supervivencia libre de enfermedad.

Durante la supervivencia

Los sobrevivientes de cáncer a menudo enfrentan un mayor riesgo de comorbilidades, como enfermedades cardiovasculares y metabólicas, debido a los efectos a largo plazo de ciertos tratamientos contra el cáncer. El ejercicio regular puede reducir estos factores de riesgo cardiometabólico, mejorando la salud a largo plazo de los sobrevivientes. Además, el ejercicio puede mejorar la función cognitiva, afectada comúnmente por el “cerebro de quimioterapia”, a través de mecanismos que promueven la neuroplasticidad y el flujo sanguíneo cerebral. También ayuda a aliviar el estrés psicológico, incluyendo la ansiedad y la depresión, mejorando el bienestar general.

Un aspecto crítico del ejercicio durante la supervivencia es su potencial para reducir el riesgo de recurrencia del cáncer y mejorar la supervivencia libre de enfermedad. Aunque la evidencia clínica es limitada, se sugiere que el ejercicio podría aumentar la inmunovigilancia, reducir la permeabilidad vascular y mejorar la perfusión tumoral, lo que podría inhibir la metástasis y promover la apoptosis en las células cancerosas.

En conclusión, el ejercicio se presenta como una herramienta valiosa en el cuidado del cáncer, con mecanismos que abarcan todas las fases del tratamiento. Comprender estos mecanismos es crucial para desarrollar intervenciones de ejercicio personalizadas que mejoren los resultados del cáncer, minimicen las complicaciones del tratamiento y mejoren el bienestar general de los pacientes y sobrevivientes. Sin embargo, se necesita más investigación, especialmente estudios clínicos y traslacionales, para explorar y refinar estos mecanismos en entornos clínicos.

Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2024/08/Exercise-Across-the-Phases-of-Cancer-Survivorship.pdf

Referencia completa:

An KY, Min J, Lee DH, Kang DW, Courneya KS, Jeon JY. Exercise Across the Phases of Cancer Survivorship: A Narrative Review. Yonsei Med J. 2024 Jun;65(6):315-323. doi: 10.3349/ymj.2023.0638.

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