Qué significa realmente “neuromuscular” y por qué deberíamos usar el término con más precisión

En los últimos años, el término neuromuscular se ha vuelto común en el ámbito del ejercicio físico y el deporte. Aparece en títulos de artículos, programas de entrenamiento y conferencias científicas, asociado a conceptos como potencia, fuerza, fatiga o rendimiento. Sin embargo, gran parte de las investigaciones que lo emplean no estudian en realidad cómo interactúan el sistema nervioso y el músculo para producir movimiento. Este mal uso del término puede generar confusión, restar valor científico y dificultar la comprensión real de los mecanismos que explican el rendimiento humano.

El concepto neuromuscular implica algo más que medir fuerza, velocidad o potencia. Describe la integración entre las señales nerviosas que activan las motoneuronas y la respuesta de las fibras musculares que generan la contracción. En otras palabras, al hablar de función neuromuscular se hace referencia a cómo el cerebro, la médula espinal y los músculos trabajan de forma coordinada para producir y regular el movimiento.

Una revisión reciente de estudios publicados en ciencias del ejercicio mostró que más de la mitad utilizaban la palabra “neuromuscular” en sus títulos sin aplicar ningún método que permitiera analizar los mecanismos neurales o musculares de forma directa. Muchos se limitaban a evaluar el rendimiento en saltos, sprints o ejercicios de fuerza, denominando esos resultados “potencia neuromuscular” o “fatiga neuromuscular”. Sin embargo, medir la altura de un salto o el peso levantado no aporta información sobre cómo responden las motoneuronas o las fibras musculares. Por tanto, utilizar el término en estos casos es más una cuestión de estilo que de contenido científico.

Hablar con propiedad de función neuromuscular requiere incluir técnicas que permitan estudiar cómo el sistema nervioso y el músculo se comunican. Entre las más empleadas se encuentran la estimulación eléctrica de los nervios periféricos, la estimulación magnética transcraneal (TMS) o la electromiografía (EMG). Estas herramientas permiten analizar, por ejemplo, la capacidad del cerebro y la médula para activar completamente un músculo, el grado de reclutamiento de unidades motoras, la velocidad de conducción nerviosa o los cambios en la activación durante el esfuerzo.

En los últimos años también se han desarrollado métodos no invasivos más avanzados, como la electromiografía de alta densidad (HDEMG), que permite identificar la actividad de unidades motoras individuales, o la espectroscopía funcional en el infrarrojo cercano (fNIRS), que mide la activación cerebral y muscular durante el ejercicio. Estas tecnologías ofrecen una visión más precisa y profunda de cómo se coordina el sistema neuromuscular en diferentes tipos de esfuerzo.

Usar correctamente el término neuromuscular no es un detalle menor. Cuando se coloca en el título de un estudio, se da por hecho que el trabajo analiza la interacción entre los sistemas nervioso y muscular. Si no se miden variables que lo reflejen, el término se utiliza de forma arbitraria y puede inducir a error. Por eso, se propone reservarlo únicamente para investigaciones que integren mediciones fisiológicas de ambos sistemas junto a resultados de rendimiento o adaptación.

Esta precisión terminológica no solo mejora la claridad científica, sino que también ayuda a avanzar en la comprensión de cómo el cuerpo humano controla y optimiza el movimiento. En definitiva, hablar de función neuromuscular implica más que evaluar el resultado final de una acción física: exige investigar los mecanismos que la hacen posible.

Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/10/What-it-means-to-be-‘neuromuscular.pdf

Referencia completa:

O’Bryan SJ, Harris DM. What it means to be ‘neuromuscular’: toward more appropriate use of the term in applied exercise and sport science research involving healthy participants. Eur J Appl Physiol. 2025 Sep 30. doi: 10.1007/s00421-025-06007-6.

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