Resistencia anabólica asociada a la edad: ¿es inevitable? (Parte II)

Aragon AA, Tipton KD, Schoenfeld BJ. Age-related muscle anabolic resistance: inevitable or preventable? Nutr Rev. 2022 Aug 26:nuac062. doi: 10.1093/nutrit/nuac062.

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La influencia de factores no asociados a la edad sobre la resistencia anabólica

Mientras que la resistencia anabólica se considera normalmente un fenómeno relacionado con la edad, no está claro que la edad avanzada, per se, sea responsable del desarrollo de resistencia a los estímulos anabólicos en el músculo esquelético. Otros factores asociados con el envejecimiento (p. ej., aumento de la inactividad, inflamación de bajo grado y/o aumento de la obesidad) probablemente contribuyan a la resistencia anabólica. Shad et al (32) investigó esta relación en una revisión sistemática, examinando ejercicio, nutrición y edad, y sugieren la probabilidad de que el desarrollo de la resistencia anabólica no sea una consecuencia ineludible de envejecer. Además, esta falta de certeza sugiere la posibilidad de prevención o tratamiento a través de la implementación de entrenamiento concurrente y intervenciones basadas en la nutrición.

La resistencia anabólica también es fundamental en la atrofia muscular que se produce durante los períodos de desuso del músculo, independientemente de la edad. La atrofia del músculo esquelético relacionada con el desuso muscular (también llamada atrofia por desuso o atrofia simple) resulta de la inactividad volitiva o la inmovilización como resultado de una lesión, recuperación de una cirugía o escenarios similares que pueden requerir reposo en cama (19,34,35). Inmovilización de extremidades da como resultado una atrofia rápida y sustancial (36), con pérdida medible de músculo reportada en tan solo 2 días (37). Esta pérdida muscular está asociada con una sensibilidad reducida de MPS a la ingestión de proteínas (37,38). La actividad reducida en forma de reposo en cama también conduce a la pérdida muscular a corto plazo asociada con resistencia anabólica que es mayor en mayores que en adultos más jóvenes (39). Además, la resistencia anabólica también se manifiesta durante la recuperación de la inmovilidad forzada. El nuevo crecimiento muscular está disminuido en la vejez en comparación con músculo joven después de un período de inmovilidad (40), probablemente mediada por disminución de MPS. Así, la inactividad forzada por lesiones que involucran inmovilización de extremidades o períodos de cama de descanso en cama durante enfermedades o estadías en el hospital exacerbará la atrofia muscular, mediada por una mayor resistencia anabólica del músculo esquelético.

La resistencia anabólica resultante de la reducción de la actividad física también contribuye a la pérdida de masa muscular con la edad en adultos sanos. No es necesario la inactividad completa, como inmovilidad de las extremidades o el reposo en cama, para inducir la resistencia anabólica. Incluso la inactividad relativa con una reducción de pasos por día induce resistencia anabólica y atrofia muscular en adultos mayores (42). Dado que los niveles de actividad física tienden a disminuir con el aumento de la edad (43,44), es probable que el aumento de la inactividad sea un importante contribuyente a la resistencia anabólica relacionada con la edad y a la pérdida de masa muscular. Por lo tanto, el envejecimiento cronológico, per se, no parece ser la única explicación para la resistencia del músculo a los estímulos anabólicos. El descenso de la actividad física habitual intercalada con periodos de inactividad forzada (p. ej., debido a hospitalización o inmovilización de extremidades) pueden ser factores clave importantes de la resistencia anabólica que conduce a la pérdida de masa muscular.

La obesidad se asocia con perturbaciones metabólicas en muchos tejidos, incluido el músculo. La omnipresencia de la obesidad junto con la sarcopenia en adultos mayores es un importante problema de salud pública. Además de aumentar el riesgo de diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, enfermedad respiratoria, accidente cerebrovascular, enfermedad de vesícula biliar, cáncer, trastornos del sueño y osteoartritis (46), la obesidad también puede conducir a un metabolismo muscular alterado (47,48). Como consecuencia del aumento de la obesidad y el envejecimiento de la población, existe una confluencia de la obesidad con el envejecimiento y la sarcopenia, acuñándose el término “obesidad sarcopénica” que se refiere a la combinación de baja masa y función muscular en individuos con obesidad (49).

La influencia de la obesidad, per se, en la sensibilidad de MPS a aminoácidos elevados no es consistente, lo que complica las presunciones sobre la relación entre estas variables. Mientras que la obesidad, independientemente del aumento de la edad, se ha asociado con la resistencia anabólica a la alimentación proteica, la resistencia anabólica en obesos no se ha demostrado en todos los casos (47,48). De manera similar, la respuesta de MPS al ejercicio de fuerza no se ve afectado por la obesidad (58). Así, la obesidad perjudica la síntesis de proteínas miofibrilares, pero no sarcoplásmicas o síntesis de proteínas mitocondriales en respuesta a la nutrición y ejercicio de fuerza (47). Por lo tanto, mientras que la obesidad se ha asociado con respuestas musculares alteradas a los estímulos anabólicos, la atribución directa no es posible en este punto. Sin embargo, la relación entre la obesidad y la sarcopenia puede verse como un ciclo de cambios patológicos bidireccional que simultáneamente afecta a los miocitos y adipocitos. Li y Ma (59) recientemente postularon que la obesidad sarcopénica resulta de la interacción de la secreción de mioquinas proinflamatorias y secreción desregulada de adipoquinas y citoquinas. Los efectos de una dieta rica en energía/pobre en nutrientes y un estilo de vida físicamente inactivo puede exacerbar la predisposición a enfermedades crónicas en edad avanzada. Esto además prepara el escenario para la obesidad sarcopénica, donde continuará la disminución de la masa magra y el aumento de la masa grasa que se acompañan por aumento de la resistencia a la insulina, estrés oxidativo e inflamación crónica de bajo grado. Para la población general, Abernathy y Black (60) propusieron que el porcentaje de grasa corporal deseable para hombres y mujeres son 12%–20% y 20%–30%, respectivamente. De manera similar, Kyle et al (61) propusieron como rangos saludables de grasa corporal para hombres y mujeres 10.8%–21,7% y 21,7%–33,2%, respectivamente.

La razón de las discrepancias en relación a la resistencia anabólica asociada con la obesidad, puede estar relacionado con niveles reducidos de actividad física. La obesidad, al igual que el envejecimiento, está relacionada con niveles reducidos de actividad física (62,63). Los niveles reducidos de actividad disminuyen la sensibilidad del músculo a la disponibilidad de aminoácidos (39). Por el contrario, incluso la actividad física modesta realizada el día anterior la ingestión de aminoácidos aumenta la respuesta de MPS a la alimentación (64). Por lo tanto, las diferencias en los niveles de actividad física de los voluntarios en los estudios que investigan la obesidad y la resistencia anabólica pueden explicar los resultados discrepantes. En apoyo de esta noción, Smeuninx et al (56) reportaron una clara correlación de la respuesta de MPS a la alimentación con proteínas y el recuento diario de pasos. Además, el conteo de pasos de los voluntarios obesos sin indicios de resistencia anabólica informados por Kouw et al (54) fue mayor de lo que se suele observar para los obesos (63). Por lo tanto, la resistencia anabólica reportada en individuos obesos puede ser el resultado de una actividad física reducida en lugar del exceso de adiposidad.

La inflamación sistémica parece desempeñar un papel en la desregulación del metabolismo muscular. Se ha demostrado que la inflamación sistémica está asociada con una respuesta disminuida de MPS a hiperaminoacidemia en adultos mayores obesos (51,56). Por otra parte, la obesidad también puede preparar el escenario para el desarrollo de resistencia a la insulina a través de la acumulación de grasa ectópica (65). El almacenamiento de grasa ectópica se caracteriza por la acumulación de triglicéridos en “tejidos no adiposos”, los más relevantes para esta discusión son el hígado y el músculo esquelético, que son los principales sitios de actividad de la insulina. La acumulación de grasa en depósitos ectópicos se considera fundamental en el desarrollo de resistencia a la insulina y diabetes tipo 2, estando ambas predispuestos por la obesidad (66).

Shad et al (32) señalan las posibilidades de programación para eludir diferencias relacionadas con la edad en la capacidad de respuesta de MPS posprandial. En concreto, nivelar el campo de la respuesta anabólica puede lograrse optimizando la ingesta de proteínas (incluyendo tiempo y distribución) (67), particularmente cuando se combinan con actividad física (particularmente entrenamiento de fuerza) (68). Además, Shad et al (32) plantearon la hipótesis de que puede haber un umbral de volumen de ejercicio que los adultos mayores deben alcanzar para igualar la respuesta MPS de sujetos más jóvenes. Sin embargo, esta especulación es cuestionada por resultados inconsistentes entre los estudios, lo que podría deberse a las diferencias en el estado físico habitual de los sujetos. Es decir, los individuos con mayores niveles de actividad física habitual pueden tener menos probabilidad de exhibir resistencia anabólica relacionada con la edad que sus homólogos más sedentarios. Los estudios indican colectivamente que el ejercicio de fuerza es capaz de soportar la masa magra y una favorable respuesta de MPS, incluso frente a la reducción de actividad física. En casos en que las limitaciones ortopédicas, ambientales o de otro tipo dificultan que los adultos mayores sean físicamente activos a través de la actividad aeróbica como caminar, un ejercicio basado en la fuerza puede ser eficaz para mitigar las pérdidas de masa muscular y deficiencias en MPS.

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