La función sexual masculina abarca cuatro fases principales: deseo, excitación, orgasmo y resolución. Las disfunciones sexuales surgen cuando se producen alteraciones en una o más de estas fases o cuando hay dolor asociado al acto sexual. Entre las disfunciones sexuales, la disfunción eréctil (DE) es la más común, definida como la dificultad para lograr o mantener una erección suficiente para una actividad sexual satisfactoria. Se estima que alrededor de 100 millones de hombres en el mundo sufren de DE, lo que convierte a esta condición en un problema de salud pública global debido a su impacto negativo en la salud psicosocial y la calidad de vida de los afectados.
La prevalencia de la DE varía significativamente con la edad y las comorbilidades. En hombres sanos de 50 y 75 años, la probabilidad de desarrollar DE es del 20% y 68%, respectivamente, mientras que en aquellos con hipertensión, obesidad y diabetes, estas cifras aumentan al 41% y 85%, respectivamente. Diversos factores, como la diabetes, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y las dislipidemias, influyen en la aparición de estas comorbilidades, las cuales afectan directamente la vascularización del pene y la biodisponibilidad del óxido nítrico, esenciales para el mantenimiento de la función eréctil.
La salud vascular juega un papel crucial en la función sexual masculina. Cuando la función vascular se ve comprometida, ya sea por un estilo de vida sedentario o por comorbilidades específicas, se incrementa el riesgo de desarrollar DE. La práctica regular de actividad física se asocia con una mejor vascularización sistémica, lo que podría tener un impacto positivo en la función sexual. Sin embargo, a pesar de los beneficios bien documentados de la actividad física para la salud general, la evidencia específica sobre su impacto directo en la función sexual masculina es limitada. Este estudio se propuso revisar sistemáticamente la literatura existente para evaluar la influencia de la actividad física en la función sexual de los hombres.
Los estudios analizados en esta revisión sistemática muestran una asociación positiva entre el ejercicio físico y la mejora de la función sexual en diferentes grupos de hombres, incluidos aquellos sin comorbilidades, con diabetes mellitus, con insuficiencia cardíaca crónica y de diferentes razas. Simon et al. (2015) encontraron que el ejercicio regular se asocia positivamente con la función eréctil y sexual en hombres, independientemente de su raza. Por su parte, Minami et al. (2017) sugieren que la actividad física regular podría estar inversamente asociada con la disfunción eréctil en pacientes con diabetes tipo 2. Además, Belardinelli et al. (2005) demostraron que el ejercicio mejora significativamente la disfunción endotelial de la arteria braquial, sugiriendo un efecto sistémico del ejercicio en la mejora de la actividad sexual.
El ejercicio mejora la capacidad aeróbica y la fuerza muscular, lo cual se traduce en beneficios para la función sexual masculina a través de la mejora de la función vascular. Kumagai et al. (2019) hallaron una correlación significativa entre el VO2 pico y la función sexual masculina, así como con la rigidez arterial, sugiriendo que una alta condición física puede mitigar el impacto negativo del envejecimiento en la función sexual mediante la mejora de la salud vascular.
Entre las comorbilidades evaluadas, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y las dislipidemias fueron las más frecuentes en los estudios revisados. Estas condiciones comparten un denominador común: la alteración de la función vascular, que a su vez afecta la producción de óxido nítrico, disminuyendo la perfusión tisular y, en consecuencia, impactando negativamente en el mantenimiento de la erección. El sedentarismo contribuye a la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles, las cuales disminuyen el retorno venoso periférico y la producción de enzimas que sintetizan el óxido nítrico endotelial, perjudicando la capacidad de relajación del músculo liso del cuerpo cavernoso del pene y reduciendo la turgencia vascular necesaria para una erección.
El ejercicio físico actúa como un factor protector independiente contra la disfunción sexual, incluso en niveles bajos. Además de controlar los factores de riesgo tradicionales, el ejercicio incrementa la disponibilidad sistémica de óxido nítrico, mejora la sensibilidad a la insulina, reduce los niveles de citocinas proinflamatorias y aumenta los niveles de testosterona. Estos efectos contribuyen a mantener la rigidez arterial, mejorar la función vascular y favorecer la erección y la función sexual general.
Sin embargo, no todos los estudios presentaron resultados positivos. Un estudio destacó los posibles efectos negativos del ciclismo en la función sexual. La presión ejercida por el sillín de la bicicleta en la región perineal podría aumentar el riesgo de disfunción eréctil debido a la compresión del nervio pudendo y la disminución de la vascularización. Aunque esta relación aún no está claramente establecida, se necesita más investigación para comprender mejor estos efectos específicos.
En términos de gasto energético, la actividad sexual se sitúa entre 2 y 4 METs (equivalentes metabólicos), con un menor gasto calórico en la fase preorgásmica y un posible pico de agotamiento durante el orgasmo. Esto sugiere que las personas con buena capacidad aeróbica tienen mayores probabilidades de experimentar una función sexual satisfactoria. Además, el gasto energético durante la actividad sexual puede beneficiar la salud cardiovascular, considerando el aumento de la frecuencia cardíaca y el consumo de oxígeno después de la actividad.
A pesar de los hallazgos positivos, este estudio presenta algunas limitaciones, especialmente en la descripción insuficiente de los protocolos de actividad física utilizados, en particular en cuanto a la intensidad y frecuencia del ejercicio. Aunque los estudios revisados indicaron efectos positivos del ejercicio en la función sexual masculina, el reducido número de estudios disponibles resalta la necesidad de más investigaciones exhaustivas en esta área.
Conclusión
En resumen, la práctica de actividad física mejora la función sexual en hombres, con beneficios observados tanto en aquellos con cómo sin comorbilidades. Los mecanismos involucrados incluyen la mejora de la función vascular, el aumento de la disponibilidad de óxido nítrico, la reducción de la inflamación sistémica y el incremento de los niveles de testosterona. Se sugiere que la actividad física sea promovida como una estrategia preventiva y terapéutica frente a la disfunción sexual masculina, aunque se requiere mayor detalle en futuros estudios respecto a los protocolos específicos de ejercicio, así como ensayos controlados aleatorizados que permitan evaluar de manera más precisa el impacto del ejercicio en la función sexual.
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Referencia completa:
da Silva ML, Matheus LBG, de Souza Alves Braga AC, da Silva Junior MLR, Jaques LA, de Mattos DV, da Costa Cunha K, Alves AT. Influence of physical activity practice on sexual function in men: a systematic review. Eur J Appl Physiol. 2025 Feb 26. doi: 10.1007/s00421-025-05734-0.